El 24 de agosto del año 2000 fue la última vez que los Díaz Rivera vieron a su hijo Rafael, quien salió de Montería en busca de oportunidades.
Desde que dejó su casa, Rafael se dedicó al rebusque, a las ventas informales, en ciudades como Bucaramanga y Bogotá.
Su familia, cansada de extrañarlo y con la fe de que seguía vivo, instauró la denuncia ante la Fiscalía General para poder encontrarlo. Una decisión que funcionó.
El día del reencuentro se dio y tras varios años sin saber qué había sido de su familia, Rafael regresó al barrio Nueva Esperanza, de Montería.
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“Yo le doy gracias a Dios porque el hijo mío este aquí. Yo le pedía a mi Dios”, dice el señor Felipe Díaz, padre del hombre.