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La reconciliación sí es posible: el cacao unió a antiguos enemigos en Antioquia

La reconciliación sí es posible: el cacao unió a antiguos enemigos en Antioquia

¿Que los extremos no pueden convivir? En la finca La Brasilia, en Pueblo Bello, el proyecto Monomacho hizo posible lo imposible.

Desmovilizados de las FARC y antiguos miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) trabajan en llave con campesinos que fueron sus víctimas durante un pasado de masacres. Ahora todos juntos cultivan cacao y plátano.

Erazmo Díaz afirma que “cambiamos de actitud, es mucha la alegría, esa felicidad porque el producto se ve y de eso se trata, de que la región esté contenta”.

Por su parte, Nancy Tapia, desmovilizada de los paramilitares, manifestó que “yo soy victimaria, mi esposo es desplazado, yo soy desmovilizada y desde ahí hemos empezado la reconciliación. Hemos aprendido a perdonar”.

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Pero, ¿de qué manera logra una víctima reconciliarse con su enemigo? Gracias a la agricultura y al emprendimiento, los sobrevivientes de masacres como la de 43 campesinos en el corregimiento de Pueblo Bello cuentan cómo perdonaron ese triste episodio en el que sus seres queridos fueron desaparecidos porque la guerrilla se apropió de un camión con 43 reses que pertenecían a Fidel Castaño.

Edith Garnaus, viuda de campesino desaparecido, afirmó que “eso que ven ahí es el producto del cambio de las reses. Mi esposo está ahí, en la parte última de allá, y es triste que a 28 años no sepamos dónde están los restos de ellos”.

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Edith trabaja en los cultivos de cacao del proyecto de reconciliación y, pese a que nunca pudo sepultar a su esposo, decidió reconstruir su vida y atender el llamado del Ministerio de Agricultura y Fedecacao.

“Somos víctimas, victimarios y hemos ido empezando a compartir, todo ha sido paz, amigos y todo eso. Ahí no se nombra si tú eres tú, ahí no se nombra quién es quién. Allá todos somos beneficiarios del proyecto Monomacho.

Ramón García también es víctima de esta historia pese a las limitaciones físicas que le dejó el conflicto. Regresó al Urabá antioqueño para trabajar en la reconstrucción de la zona y creó el Centro de Memoria Histórica.

“Yo era todavía un niño de doce años al que le tocó simplemente protegerse con su familia; Pueblo Bello ardía en llamas”, recuerda Ramón García.  

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Una colcha con los nombres de los desaparecidos es el homenaje que Ramón rinde a sus coterráneos y la tierra para cultivar cacao. También es el homenaje que el Ministerio de Agricultura y Fedecacao hacen a los involucrados en el conflicto para generar inversiones y desarrollo, en torno a la paz.

“Ver transformado este fruto que con tanto esfuerzo, con tanto sacrificio sacamos los agricultores, verlo transformado en una pasta de chocolate y aún mejor, verlo en el mercado, o sea, llegar a un supermercado y saber que ahí está tu producto, es gratificante”, afirma Luz Helena Tamayo, cacaocultora.

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En la actualidad 330 hectáreas de cacao y 120 de plátano dan sus frutos en Monomacho, tejiendo la reconciliación y el desarrollo rural.

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