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Los hijos de los magnicidios en Colombia: historia de los hilos de sangre en la violencia política

Este año, entre marzo y junio, en pleno inicio del calendario electoral, 57 líderes políticos fueron víctimas de violencia.

Los hijos de los magnicidios en Colombia
Gloria Gaitán, Rodrigo Lara Restrepo, Claudio Galán, María José Pizarro y Bernardo Jaramillo Zapata.
Colprensa y Archivo particular

Colombia se encuentra inmersa en un preocupante recrudecimiento de la violencia política, una situación que evoca los capítulos más oscuros de nuestra historia. En tan solo tres meses, entre el 8 de marzo y el 8 de junio de este año, en pleno inicio del calendario electoral, 57 líderes políticos fueron víctimas de la violencia. Esto significa que, en promedio, cada dos días un líder fue amenazado, sufrió un atentado o fue asesinado por razones políticas. El reciente ataque al senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, perpetrado por un joven sicario el 7 de junio en una operación que ya involucra a al menos seis personas, ha sido un crudo recordatorio de la criminalidad organizada y ha obligado al país a volver la mirada hacia su doloroso pasado.

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Este pasado está marcado por una serie de magnicidios que han dejado cicatrices profundas en la nación y, de manera más personal, en los hijos de aquellos líderes asesinados. Estas figuras emblemáticas, como Jorge Eliécer Gaitán, Rodrigo Lara Bonilla, Luis Carlos Galán Sarmiento, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro Leongómez, son ejemplo de ello, y sus descendientes, hoy adultos, comparten el trauma y el legado de estas tragedias. Noticias Caracol habló con ellos.

Gloria Gaitán, quien tenía solo 10 años cuando su padre, el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, fue asesinado en 1948, confiesa que, 77 años después, no ha podido hacer el duelo de su padre, sintiendo cada asesinato actual "como mío". Rememora una sabia reflexión de su madre: la venganza no resucita a nadie, una lección que, dice, debería hacer pensar a los colombianos sobre las represalias. A sus 88 años, Gloria Gaitán advierte sobre la "connaturalización con la violencia" y habla de la necesidad de "cambiar de mentalidad", haciendo un llamado a las nuevas generaciones para que sean cautelosas con el uso de celulares, ya que estos pueden inducir a la agresión verbal, la cual puede escalar hasta la muerte.

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Por su parte, Rodrigo Lara Restrepo, hijo del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, asesinado en 1984 por su firme lucha contra el narcotráfico, describe el asesinato de un padre como un "trauma indecible" que destruye el núcleo familiar. Él fue el primero en ver a su padre herido y lo acompañó en su último suspiro. Lara Restrepo observa con preocupación el "retorno de los viejos demonios de este país", refiriéndose a las fuerzas oscuras ligadas al crimen organizado que, mediante el terror y los asesinatos selectivos, buscan controlar la democracia. La conexión con el caso de Miguel Uribe Turbay es innegable para él, al tener que explicar a su propia hija que a Uribe "le hicieron lo mismo que le hicieron a tu abuelo". Su mensaje a los jóvenes es claro: "amen profundamente a su país" y luchen por él, "es un país que hay que proteger, es un país que hay que defender".

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Este noticiero también habló con Claudio Galán, hijo de Luis Carlos Galán Sarmiento, asesinado en 1989 en la plaza de Soacha, Cundinamarca, quien recuerda cómo la tragedia rompió su hogar. Con el tiempo, cuenta, aprendió a soltar la rabia y el odio, comprendiendo que la muerte de su padre no fue por personas individuales, sino por un contexto histórico y una realidad del país. Sin embargo, el atentado a Miguel Uribe Turbay fue como un "terremoto" que lo devolvió al pasado, especialmente al enterarse de que un menor había sido el sicario, lo que conectó con lo sucedido a Rodrigo Lara Bonilla hace casi 40 años. Claudio confía en la "fortaleza de los jóvenes" y les insta a defender las instituciones y no dejarse amedrentar por los violentos.

Bernardo Jaramillo Zapata, quien tenía 8 años cuando su padre, Bernardo Jaramillo Ossa, excandidato presidencial de la Unión Patriótica, fue asesinado en 1990 por un joven sicario de 15 años, ha vivido en carne propia la estigmatización y las amenazas, donde se le tilda de "guerrillero comunista". A pesar de que el crimen de su padre aún no está completamente esclarecido, ha encontrado en su tragedia su "misión en la vida": crecer y vivir con la esperanza de un país mejor, sembrando esa misma semilla en sus propios hijos.

Finalmente, María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro Leongómez, asesinado en 1990 en pleno vuelo, revivió el trauma cuando, siendo niña, se enteró de la muerte de su padre en la oficina del director del colegio. Tras un largo duelo personal, se reencontró con la memoria de su padre a través de sus escritos. Hoy, desde su rol político, clama por la empatía y advierte vehementemente: "No podemos repetir la historia de odios ahora, no pueden empezar a surtir y a surgir los discursos incendiarios, los discursos del odio, los discursos de la venganza como si nuestro único destino fuese repetir la historia".

La historia de Colombia es una compleja sucesión de violencias políticas recicladas, con el agravante de que varios de estos casos emblemáticos aún no han sido resueltos. El clamor unánime de los hijos de los magnicidios es un llamado a defender la democracia, a romper el ciclo de violencia cíclica que ata al país y a desterrar el odio y la venganza para construir un futuro de paz.

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