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Orlando Canro, pintor y dueño de un taller de muebles, enfrenta un dolor indescriptible tras la pérdida de su hija Viviana, su yerno Nelson y su nieto Kevin en un trágico viaje familiar a San Andrés. La tragedia, ocurrida en julio, desmembró el eje fundamental de su hogar. En medio de un duelo que siente como "una pesadilla" de la que aún no puede despertar, Orlando busca respuestas mientras consuela a su esposa Cecilia, quien, dijo él en el programa En Aguas Profundas, "no descansa" por la falta de claridad en la investigación.
La familia Canro siempre fue muy unida, pero Viviana era "el eje". Ella, la segunda de cuatro hijos de Orlando, era el alma de la casa, organizando paseos, fiestas y reuniones para mantener a todos juntos. Desde muy joven, Viviana fue emprendedora, luchando hasta conseguir su propio salón de belleza. Nelson, su yerno, era una persona "muy firme, muy elegante" que también compartía esa unión familiar, dedicándose a transportar niños a los colegios.
Kevin, el nieto, era el "juguete de todos". Un niño "muy adorable, muy lindo" que solía llamar a su abuelo Orlando constantemente, pidiéndole: "Abuelo, no me cuelgues, no me cuelgue, hable, hable, abuelo".
El viaje a San Andrés era el cumplimiento de un gran sueño. Viviana lo había programado y pagado por cuotas durante un año y medio. El objetivo era celebrar el Día del Padre (Orlando recibió el pase el 17 de mayo) y el cumpleaños de su esposa, Cecilia, el 14 de julio. El sueño de Viviana era "pasear, viajar, viajar, viajar" y compartir con toda la familia.
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El mal olor en el hotel, la alerta que terminó en tragedia
Llegaron a San Andrés el 9 de julio, alrededor de las 8:00 de la noche, cansados. El primer problema surgió al llegar al hotel Portobelo Convention. Aunque Viviana había comprado tiquetes para que los cinco se quedaran juntos, fueron separados en dos torres: Orlando y Cecilia en la 918, y Viviana, Nelson y Kevin en la 404.
La incomodidad escaló cuando Viviana entró a su habitación. Le dijo a su padre que la habitación olía mal, un olor que Orlando describe como a "vinilo" o a "recién pintado", encerrado. Además del olor, la habitación 404 estaba sucia, sin toallas, sin papel higiénico ni jabón, algo que Viviana consideró inaceptable para un hotel. Viviana, que según su papá era muy exigente y no dudaba en reclamar, se disgustó y pidió el cambio de habitación, aunque finalmente pasaron la noche allí.
El día siguiente lo pasaron en la playa, disfrutando del clima bonito. Compartieron cervezas y aguardientes, fueron de compras al centro y planearon alquilar un carro al día siguiente para recorrer la isla de San Andrés. Viviana también mencionó su plan de ir a bucear el sábado. Exhaustos por el día, se despidieron alrededor de las 8:30 o 9:00 de la noche, con un simple: "Hasta mañana".
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El encuentro fatal
A la mañana siguiente, Orlando quiso devolver el gesto de cariño de Viviana, quien siempre le subía el tinto. Bajó a la recepción y subió dos tintos a la habitación 404. Golpeó la puerta "una, dos, 3, 5, 10, 20 veces y no abrieron". Orlando subió por su esposa Cecilia, quien tuvo una "corazonada". Juntos bajaron, insistieron con las llamadas y los golpes, y finalmente pidieron ayuda en recepción. Les enviaron a la muchacha del aseo, quien abrió la puerta.
La escena fue un impacto fatal y terrible. Orlando vio a su hija Viviana tirada en el pasillo de la habitación, mirando hacia arriba, probablemente después de tratar de moverse o salir. Nelson y Kevin estaban acostados, "arrunchaditos," en la cama, "tal cual" como siempre dormían. Orlando se llenó de pánico. Lo primero que hizo fue cubrir a su hija con una cobija y comenzar a tocarla, dándose cuenta de que ya estaban muertos.
En medio de los gritos y la desesperación de Orlando y Cecilia, la Policía llegó en minutos. Un hombre que entró brevemente se salió inmediatamente, sin soportar el olor. Orlando recuerda que se pudo levantar de donde estaba arrodillado solo hasta que vio que sacaban el último cuerpito de su familia.
La lucha por la verdad
Lo que siguió fue un proceso angustioso. Orlando tuvo que permanecer en San Andrés durante casi cuatro días, esperando las autopsias y los trámites de la Fiscalía. Su convicción era firme: "Vinimos cinco, nos vamos cinco, pero yo no me voy sin ellos de acá". Este evento le quitó a Orlando las ganas de volver a pasear, pues su hija era la que movía todos esos planes.
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Respecto a la investigación, hay pocas certezas. Una hipótesis es que la muerte fue causada por fumigación realizada en la habitación contigua, la 405, que pasó a la 404. Sin embargo, Orlando no se siente satisfecho con esta explicación y cree que pudo ser el aire acondicionado, que habría recirculado un gas carbónico debido a un mal mantenimiento en el hotel.
Orlando y su familia aún no han recibido respuestas del hotel, que no se ha pronunciado ni ha hablado con el abogado.
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Para Orlando, la presión es constante y el motor de su búsqueda es su esposa. Orlando le ha tenido que pedir paciencia al fiscal para que avance en la investigación. "Mi mujer, ella no descansa," reitera Orlando. Doña Cecilia lo presiona a diario, preguntando: "¿Qué pasa Orlando? ¿Por qué no avanza la investigación?" mientras Orlando le pide esperar. El duelo es inmenso para toda la familia y la ausencia de Viviana, quien lo movía todo, será especialmente dura en las próximas celebraciones. Orlando concluye que no descansará hasta saber qué fue lo que pasó en el hotel.
CAMILO ROJAS, PERIODISTA NOTICIAS CARACOL
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