En el municipio de Piedecuesta, ubicado en Santander, hay una historia de esas que llena de entusiasmo y esperanza. La protagonista es Ana Roselia Pinzón, una mujer que fábrica muñecas a pesar de haber perdido la visión hace más de 30 años.
Todas las tardes se le puede ver sentada en la sala de su casa mostrando delicadeza y precisión en cada puntada. Ella demuestra que haber perdido la visión le agudizó el sentido del tacto.
“Tomo medidas con la mano, no lo hago con metro. Todo lo hago con los dedos. Con el hecho de tocar ya se hace uno la idea de la figura. Yo toco la manera en la que todo va quedando”, dijo la mujer.
Mientras da las puntadas y corta las telas, se le ve tranquila y hasta conversa con su esposo o su hijo. Ella le da forma a muñecas que son campesinas, quinceañeras o novias, las cuales van a adornar los estantes de alguna casa del municipio.
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Cada muñeca representa sus ganas de salir adelante, de conseguir ingresos y demostrar su gallardía.
“Tenemos la capacidad de hacer muchas cosas, no hay peor ciego que el que no quiere ver”, concluyó la mujer.