Se cumple un año del trágico accidente aéreo en el Guaviare que dio inicio al drama de los cuatro hermanitos Mucutuy, que permanecieron extraviados 40 días en la selva. Uno de los indígenas que lideró la búsqueda entregó detalles aún desconocidos de cómo una tortuga fue clave para encontrar con la compañía del Ejército a los menores.
“Victoria, victoria, victoria”, esa fue la frase con la que dio por terminada la larga búsqueda de los cuatro menores luego de 40 días en la espesa selva.
Eliécer Muñoz, hoy es quizás uno de los líderes indígenas más conocidos, no solo por su trabajo dentro de las comunidades, sino porque es parte de una historia que unió a todo un país y le devolvió la fe.
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Don Eliécer es modesto al hablar de su participación en la búsqueda y asegura que su motivación para ayudar a encontrar a los niños fue muy personal.
“Me puse en el lugar del papá de los niños, porque esa situación yo prácticamente la viví con mi padre, entonces yo decía ‘cómo estará sufriendo él como papá cuando esas criaturas están allá’”, acotó.
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Dice, además, que no dudó un solo segundo en aceptar el llamado que el Gobierno le hizo a él y el resto de su comunidad para emprender la búsqueda de los menores.
Las labores estuvieron a cargo de más de tres pueblos indígenas del Putumayo, unidos por la fe, la espiritualidad y la experiencia necesaria para lidiar con las complicaciones de los terrenos agrestes.
De los 40 días que estos niños duraron perdidos en la selva, el mayor Eliécer, junto al resto de indígenas, estuvieron 20 aferrados a la fe en medio de largas caminatas, silenciosas noches y agotando todos sus saberes.
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Parte del éxito de la Operación Esperanza se debe a una tortuga, un animal que, según el líder indígena, concedió el deseo que todo el país esperaba: encontrar a los hermanitos Mucutuy.
“Para nosotros es muy sagrado. Si usted le pide un deseo ella se lo va a conceder, pero así como usted pide también hay que amenazarla y sacrificarla. Afortunadamente, ese día yo me encuentro la tortuga. Ya eran las 12 del día, la cojo, la acuesto boca arriba y le digo usted me va a entregar a los niños y a las 3:00 los encontramos”, señaló.
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Con el alma llena de satisfacción, Eliécer va por la vida aferrado a un gran recuerdo que ni el tiempo podrá borrar, pues ya está escribiendo su propio libro para contarle al mundo detalles inéditos de esa operación que le devolvió fe a Colombia.