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Las tachaduras de Oscar Wilde

La historia de Dorian Gray, el eterno joven que trasladó su vejez al retrato que le hizo un artista enamorado, esconde en cada línea los secretos de un escritor que no tuvo más remedio que tachar o enmendar sus palabras para ponerse a salvo de la censura.

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Oscar Wilde delineó en su novela el amor homosexual que Basil, el pintor, sentía por Dorian Gray. Su alma navegó libre de ataduras en la soledad de la escritura, pero al momento de la publicación, el editor lo obligó a borrar, tachar, cambiar o matizar fragmentos completos.

Eliminó, por ejemplo, la declaración de amor de Basil, recuperada en una reciente edición de 'El retrato de Dorian Gray' que reproduce el manuscrito original.

Es muy cierto que te he venerado con mucho más romanticismo del que un hombre debiera consagrar a un amigo; de una manera en que nunca he amado a una mujer. Admito que te he adorado locamente…

En la edición, prologada por Merlin Holland, nieto y estudioso de la obra de su abuelo, se hacen evidentes los cambios de tono de la novela y sus dolorosas tachaduras. La palabra “belleza” se vuelve “buen aspecto” y el término “pasión” se transforma en “sentimiento”.

El nieto le dijo al diario El Mundo de España que su abuelo “decide cruzar la línea de las convenciones y del respeto social (…) pero era lo suficientemente inteligente para saber hasta dónde podía llegar. Por eso bajó el tono de los párrafos que habían provocado la reacción de los críticos…”

A pesar de la autocensura que el autor le impuso a su obra, el amor que Basil siente por Dorian recorre la novela. Esa pasión es evidente cuando Dorian le impide mirar el cuadro porque no quiere que descubra su secreto: las señales de la corrupción de su alma y de las degradaciones del cuerpo marcadas en el retrato.

Si lo que quieres es que no vuelva a ver el cuadro, lo acepto. Siempre podré mirarte a ti (...) tú has sido hecho para ser adorado.

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Víctima de la homofobia de la época victoriana, la historia de Oscar Wilde es publicada primero en la revista Lippincott en 1889, con decenas de palabras mutiladas por el editor. Aun así, la califican de “nauseabunda, afeminada e inmoral”.

Ya en la vida real, el amor del escritor por el hijo de un poderoso marqués termina en una condena por sodomía y perversión. Tras dos años de trabajos forzados en prisión, recuperó la libertad y murió a los 46 años en la miseria, el escándalo y la inmortalidad.

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