
Cruzarse con un perro en la calle y detenerse a acariciarlo suele percibirse como una reacción espontánea de ternura. Sin embargo, este acto que parece simple, pero que no todos lo hacen, encierra significados más amplios y beneficiosos comprobados por la ciencia.
Investigaciones recientes sugieren que no solo se trata de un intercambio afectivo entre humano y animal, sino de una interacción capaz de influir positivamente en la salud mental y física. Además, esta acción puede decir mucho sobre la personalidad de alguien.
Detalles de la personalidad de una persona que acaricia perros en la calle
Más allá de los efectos inmediatos en las emociones, acariciar perros en la calle puede revelar aspectos consistentes de la personalidad de una persona. Según trabajos académicos en psicología, las personas que mantienen contacto frecuente con perros suelen compartir ciertas características:
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- Paciencia y empatía: El vínculo con animales implica la capacidad de ponerse en el lugar de otro ser vivo, preocuparse por ellos y atender a sus necesidades.
- Facilidad para generar lazos afectivos: Las interacciones con perros tienden a reforzar las habilidades sociales y el establecimiento de relaciones basadas en la confianza.
- Orientación hacia una vida activa: Pasear, cuidar o simplemente acercarse a un perro suele estar vinculado a hábitos más saludables y a un mayor contacto con espacios al aire libre.
Los resultados de estos estudios sugieren que quienes se sienten inclinados a interactuar con perros, sin importar que sean de la calle, poseen un mayor grado de sensibilidad social y emocional, así como una predisposición a integrarse con su entorno de forma más armónica.
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¿Qué beneficios tiene acariciar un perro en la calle?
Diversos estudios han documentado los efectos inmediatos que genera el contacto con perros, incluso cuando estos no son propios. La Universidad Estatal de Washington, por ejemplo, halló que apenas 10 minutos acariciando perros o gatos pueden reducir de forma significativa los niveles de cortisol, la hormona asociada al estrés, según mediciones de saliva.
Un segundo trabajo de la misma institución encontró que interacciones regulares con perros de terapia mejoraban habilidades cognitivas como la concentración y la planificación en estudiantes sometidos a presión académica, con beneficios que se mantenían hasta seis semanas después.
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Otros experimentos, como uno realizado en Tailandia, confirmaron que apenas 15 minutos de interacción con perros podían reducir en un 33,5 % los niveles percibidos de estrés en universitarios. Además, mediciones fisiológicas en distintos contextos han demostrado que este contacto ayuda a disminuir la presión arterial, estabilizar el ritmo cardíaco y elevar la oxitocina, conocida como la “hormona del bienestar”.
Cada vez que una persona se detiene a acariciar un perro en la calle, sin importar si se trata de un animal propio, ajeno o en adopción, se produce un pequeño ajuste en su estado emocional. Es un momento que interrumpe la rutina, desacelera el ritmo y genera una conexión genuina. Desde la perspectiva psicológica, se trata de una interacción que recuerda la importancia del cuidado mutuo, de la comunicación no verbal y del contacto físico como fuente de calma.
En suma, acariciar perros en la calle no es solo un acto amable hacia el animal. Es también un reflejo de la necesidad humana de establecer vínculos sinceros y de encontrar bienestar a través de interacciones simples pero significativas.
MARÍA PAULA GONZÁLEZ
PERIODISTA DIGITAL DE NOTICIAS CARACOL