Bonnie Prado tiene 35 años, un doctorado en Astrodinámica y aplicaciones espaciales y un trabajo apasionante: monitorear el espacio. Desde California, en Estados Unidos, esta científica chocoana rastrea los satélites que orbitan más cerca de la Tierra con el fin de evitar colisiones y garantizar la seguridad espacial.
“¿Por qué es importante esto? Porque hay muchos objetos orbitando nuestra Tierra en el espacio. Si se crea una colisión entre dos satélites, pues no solamente va a causar problemas para los dueños de los satélites, que pueden ser compañías comerciales o privadas, o pueden ser académicas o de gobierno, pero también se va a crear mucha más basura porque en el espacio todo se queda, todo se mueve y siempre está ahí orbitando”, explica la científica chocoana.
Su trabajo científico consiste en desarrollar algoritmos para una compañía norteamericana que mide las trayectorias de los objetos artificiales que se mueven alrededor de la órbita terrestre más próxima a nuestro planeta. Además de unos 5.000 satélites, existe un inmenso depósito de escombros flotantes allí: se calcula que hay 250.000 objetos apenas más grandes que una canica y 14.000 del tamaño de una pelota de beisbol.
“En el espacio, parece una tontería, pero cualquier cosa te puede sacar de órbita. Hay muchos satélites que son muy chiquititos, se llaman satélites cubo, esos satélites, imagínate una cajita de zapatos y pesarán 10 kilogramos, entonces eso orbitando en el espacio cualquier cosa que lo perturbe lo saca de órbita”, señala Bonnie.
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A medida que se congestiona la órbita baja de la Tierra las posibilidades de colisiones aumentan para los satélites que proporcionan tecnología básica para la humanidad. Por ejemplo, los mapas terrestres que usan aplicaciones de ubicación satelital o los que monitorean el clima. Pues bien, esta científica chocoana de pura cepa trabaja a diario para que usted no se vaya a perder cuando use Google Maps o Waze en sus viajes, o necesite calcular si mañana tiene que sacar la sombrilla.
“Es muy bacano lo que hacemos porque es estar siempre monitoreando, enviando mensajes a los dueños de los satélites si hay algún riesgo de colisión”, Bonnie Prado, científica chocoana.
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Su historia es fascinante. Desde pequeña, mientras correteaba las calles de Quibdó, se enamoró del espacio y se puso como objetivo trabajar para la NASA. Sus padres, ambos profesores universitarios del Chocó, impulsaron ese sueño. Tras graduarse de Ingeniería Electrónica en Bogotá hizo contactos para viajar a Estados Unidos, empezó su maestría en la Universidad de Texas y luego, en 2012, se trasladó a Indiana para realizar su doctorado en la Escuela de Ingeniería Aeronáutica y Astronáutica de la Universidad de Purdue, la misma de donde se graduó el mítico Neil Amstrong, el primer hombre en pisar la Luna en 1969.
Pero vinieron los problemas. En 2014, Bonnie gestionó un crédito beca con Colciencias, hoy Ministerio de Ciencia, para financiar una cuarta parte de su doctorado y puso como probable fecha de grado el año 2018. No obstante, su proyecto de investigación se enredó y tuvo que cambiarlo en el camino. En medio de esas dificultades, no pudo cumplir los tiempos pactados con Colciencias y se enfermó.
“Yo pasé por un momento de depresión largo y eso fue lo que me hizo a mí demorar incluso más de lo que se tenía previsto”, recuerda esta científica chocoana.
Colfuturo, que desembolsó los recursos, la requirió en 2018 varias veces para que explicara qué había pasado y le notificó que para extenderle la beca, su directora de investigación en la Universidad de Purdue tenía que enviar una carta justificando la demora para finalizar el doctorado. Bonnie dice que no estaba para trámites o formularios porque la depresión la consumió y que su refugio fue aislarse del mundo. Solo le envió a Colfuturo un documento de la universidad, en el que certificaba que seguía estudiando y que se graduaría en 2020.
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Colfuturo le extendió un plazo de dos meses para que enviara el documento requerido de su directora de investigación, la prestigiosa profesora Kathleen Howell, pero ella no lo envío.
Explicó que en ese momento no tenía cabeza para ello y que pensó que lo que había remitido era suficiente. Ahí la cosa se puso más difícil.
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A sus líos académicos y a la depresión se sumó en diciembre de 2018 la notificación perentoria de Colfuturo: su beca crédito de doctorado ya no era condonable y ahora debía pagarla. Con intereses, hoy debe casi 400 millones de pesos.
Como dice Bonnie, recordando la célebre frase de la tripulación del Apolo 13, "Houston, we have a problem".
“Son casi dos años de intereses, casi 85 millones de pesos en intereses en este momento por 25% de financiación que ellos me dieron, porque la financiación que ellos me dieron fue el 25%, el otro 75% me lo dio este país que es adoptado, o sea, el 75% de mi doctorado me lo dio Estados Unidos y yo a Estados Unidos no le debo un peso”, explica Bonnie.
A pesar del agobio financiero y la depresión, Bonnie se sobrepuso, se enfocó en su proyecto de investigación y finalmente se graduó de su doctorado en diciembre de 2020. Un mes antes, la profesora Howell le envió esta carta a Colfuturo en la que explicaba las razones de la demora de Bonnie en sus estudios:
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"(…) Dedicó mucho tiempo a crear las herramientas y los conocimientos necesarios para completar con éxito su trabajo de investigación. Además, cambió varias veces la dirección de sus proyectos de investigación (...) determiné que cada ajuste era conveniente para ella y contribuiría en su éxito a largo plazo. Cabe destacar que en múltiples ocasiones los asuntos personales de Bonnie también afectaron sus estudios y su fecha de graduación".
La respuesta de Colfuturo es que dichas razones fueron extemporáneas y que Bonnie debe cancelar la deuda. Según la entidad, aceptar ese documento hoy violaría el derecho a la igualdad de los demás 8.500 becarios. Bonnie dice que lamenta que la estén castigando así por no haber entregado a tiempo un requisito burocrático, por eso puso una tutela.
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El abogado de Bonnie, Carlos Paz, tiene duras críticas al gobierno: “Es como un banco de segundo piso y termina más configurando fábricas de endeudamiento que ellos niegan a través de unas cifras que suelen mostrar, pero la verdad es esta: están generando grandes perturbaciones no solo económicas sino emocionales en los estudiantes”.
Añadió rotundo que Bonnie encarna las dificultades que tienen muchos científicos colombianos en el exterior, y que el estado, en vez de arrinconarlos, debería darles la mano.
¿Qué dice Colfuturo sobre el caso de esta científica chocoana?
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En la otra orilla el gobierno y Colfuturo se defienden. Constanza Londoño, vocera de esta última entidad, dice que Bonnie tiene hasta 15 años para pagar su deuda y añade lo siguiente: “a diferencia de un banco, pues a los 180 días te llevan a cobro jurídico, nosotros ya llevamos 30 meses esperando que la doctora Prado normalice el estado de su crédito (...) y de esta forma que nosotros podamos recaudar ese recurso, hacer el traslado a la nación y que ojalá otro colombiano, así como ella pueda adelantar sus estudios de doctorado”.
Por su parte, la viceministra de Ciencia, Ana María Aljure, agrega que en el 98 por ciento de los casos los estudiantes de doctorado financiados por el gobierno cumplen todos los requisitos y en esa medida no deben pagar un solo peso por ellos, pero Bonnie no lo hizo.
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“Cuando estamos al frente de dineros públicos hay que tener una rigurosidad y lo mínimo que nosotros pedimos a los beneficiarios es que cumplan con esos reglamentos, así como lo hacen absolutamente todos”, explica Aljure.
Según la funcionaria, si Bonnie hubiese aportado en su momento las evidencias de sus líos académicos y de su estado de salud, otra sería la historia. Sin embargo, abrió la puerta para revisar otra vez el caso: “le dejamos aquí las puertas abiertas de que si ella tiene los documentos, los soportes para que nos explique cuáles fueron las razones por las cuales ella no pudo continuar con su doctorado y cumplirlo a tiempo (…) que nos la certifique y nosotros con mucho gusto las vamos a revisar y tomaremos las decisiones a las que hubiere lugar”.
Por último, la viceministra explicó que el gobierno ya liberó a Bonnie de tener que regresar al país y que puede seguir trabajando en Estados Unidos, donde su compañía está gestionando una residencia definitiva para ella. Para su empresa, Leolabs, los algoritmos de Bonnie son indispensables en los desarrollos de tecnología en seguridad espacial.
De todas maneras, mientras se revisa su caso, Bonnie es una morosa más de Colfuturo, quizá por eso reflexiona así sobre las distancias entre Estados Unidos y Colombia: “es muy bacano como yo aquí desde Estados Unidos recibí tanto apoyo y tanta gente que quería contratarme porque no hay mucha gente que hace lo que nosotros hacemos, y de Colombia solo era: ‘paga, paga, tú tienes que pagar’. Horrible, horrible”.
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Al margen de las explicaciones del gobierno o la posición de Bonnie, nadie pone en duda la brillantez de los logros de esta científica chocoana. Hoy, con doctorado en mano, reclama una cosa sencilla: que el gobierno deje la rigidez de la letra menuda en los contratos y que comprenda que a los científicos, a pesar de sus caídas, tardanzas o depresiones súbitas, hay que apoyarlos para que Colombia crezca.