Del 2019 a hoy han salido seis directores del INPEC, casi todos por la puerta de atrás. Los escándalos de fugas y fiestas y la corrupción que tiene el Instituto agobiado son asuntos que tiene que atender el coronel Gutiérrez, un oficial de la Policía muy joven, que sabe lo que le corre pierna arriba. Los Informantes caminó con él por los pasillos de uno de los pabellones más enigmáticos de La Picota. Los extraditables y los lamentos al coronel.
“Le cobran por las visitas, entonces resulta que no para poder entrar a las 7 de la mañana hay que pagar una cantidad. Puede cobrar $50.000, $100.000 pesos y la movida a través de Nequi. Cobran por las visitas, cobran por el planchón, cobran por la comida y eso es lo que nos hemos dado cuenta en estos seis meses. Cada día encuentro más cosas y más cosas”, así describe el coronel Daniel Fernando Gutiérrez Rojas, director del INPEC, del Instituto carcelario, lo que pasa dentro de las prisiones de este país. Cobran por entrar, por comer y hasta por respirar y lo hace una especie de cartel, de grupo criminal que tiene control dentro y fuera del penal.
“En la salud, entonces tú estás enfermo y tiene una medicación constante, diclofenaco. Entonces tienen que darte 10 pastillas al mes, hay una asociación criminal, una estructura criminal donde dice no, el médico la autoriza, en vez de 10 utiliza 100 y le entregan 100 pastillas, entonces te dicen, te damos las 10 pastillas, pero 90 me las dejas y las revenden”. Un mercado negro que no es clandestino y dice, así como lo ven, con su corte de pelo bien chiquito, con su mirada fija y con papeles en mano, que no todo es culpa del INPEC.
“La carne, entonces llegan 200 kilos de carne a una cárcel, el encargado de allá de la alimentación le dice al consorcio, ‘de los 200 solamente deje 150 y se coge 50, esos 50 coordina con el cacique, tengo 50 kilos de carne para que la revendan’, o sea, eso es una cantidad y todo eso lo vamos viendo día a día que el reto es ese”. Aunque todo el mundo lo sabe es abrumador oírlo del propio coronel, quien no se esfuerza por disimular la crisis, ni ponerle matices. Sabe que está al frente de un toro bravo, que da mucha lidia y pocos han logrado avanzar. Se le ve contento y optimista, pero este oficial formado en inteligencia y en operativos contra el narcotráfico tiene claro que la papa caliente que tiene entre las manos requiere paciencia y contundencia, dos palabras que no suelen ir juntas.