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Melisa Gaona tiene 25 años y desde hace más de una década vive atrapada en un dolor tan intenso que apenas la deja respirar. El diagnóstico es demoledor, tiene endometriosis grado 4, la forma más severa de esta enfermedad, que ya le ha comprometido varios órganos. En julio de este año, su historia se hizo viral cuando compartió un video solicitando la eutanasia y en el que decía sentirse “atrapada en una espiral de sufrimiento” de la que ningún médico ni medicamento parece poder salvarla.
“No puedo hablar, me ahogo, el dolor es tan fuerte que no puedo respirar, me desmayo. Lloro de una manera inagotable, no me aguanto. A veces ni siquiera puedo moverme y solo salen lágrimas mientras yo estoy quieta. Me intentan mover el cuerpo y parece que me hubiera muerto", relató la mujer en diálogo con Los Informantes.
Para tratar de poner en palabras lo que siente a diario, señaló que "es como si cogieras muchas agujas y me las enterraras, y después como si cogieras piedras y me las pasaras por ahí. Luego siento como un cólico y como que todo el abdomen se quiere salir”.
Melisa nació en Bogotá el 20 de marzo del 2000, siendo la menor en una familia de tres hijos. “Nació bien, en perfectas condiciones, no tuvimos ninguna complicación ni en el parto ni en sus primeros 18 meses de vida, ni siquiera sufría de gripas. El 31 de octubre, tenía 18 meses, estábamos celebrando el día de los niños en un centro comercial y ella empezó con un vómito”, recordó su mamá, Sandy Duarte.
Lo que parecía un cuadro pasajero resultó ser una apendicitis complicada, que derivó en peritonitis. “Estuvo 34 días hospitalizada por la peritonitis porque tenían que colocarle muchos antibióticos”, añadió Duarte, recordando que una cirugía a tiempo le salvó la vida a su hija. Sin embargo, a los cinco años los síntomas regresaron.
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En el colegio, Melisa se sentía diferente, los vómitos y malestares constantes le valieron apodos y aislamiento. Con la llegada de la adolescencia, el dolor se intensificó y los cólicos menstruales eran una agonía. A los 15 años, un médico le recomendó una terapia hormonal para reducir ese dolor.
“Un médico nos aconsejó que para aliviar los cólicos menstruales le colocáramos un dispositivo para planificar en el brazo. Ella duró desde los 15 hasta los 20 años con un dolor y un vómito moderados, [el tratamiento] le bajó el nivel de lo que le producía tanto dolor”, señaló su mamá.
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A lo largo de esos cinco años, con un dolor controlado, Melisa estudió sistemas en el SENA, hizo cursos de maquillaje profesional y hasta tuvo un emprendimiento de postres, pero su verdadero sueño, estudiar Medicina, quedó truncado por las constantes hospitalizaciones.
Hasta ese momento, Melisa había logrado llevar una vida en la que podía enfrentarse al dolor. "Con dolor yo trabajaba, estudiaba, hacía mi vida. Lloraba unos 20 minutos, me miraba al espejo y decía ‘yo puedo’. Me lavaba la cara, me maquillaba, me arreglaba y salía a ganarle". Pero entonces pasó algo que lo cambió todo.
En febrero de 2020, un mes antes de cumplir 20 años, Melisa enfermó gravemente. “Por el uso del tratamiento anticonceptivo, un coágulo de sangre se subió al cerebro”, le explicó su ginecóloga. Tuvo una isquemia cerebral, perdió movilidad y memoria, y pasó un año en terapias para volver a caminar y hablar. Como resultado de esto, se tomó la decisión de retirarle el tratamiento hormonal, lo que causó que el dolor regresara con más fuerza.
Seis cirugías, dos ingresos a UCI y decenas de médicos después, llegó el diagnóstico definitivo en febrero de 2024. La endometriosis ocurre cuando el endometrio, un tejido que solo debería estar dentro del útero, llega a otros órganos y causa un fuerte dolor. “Me está afectando el intestino delgado, el intestino grueso, la uretra, la vejiga, la pared abdominal, tengo el endiometrama de 4.3 centímetros, y tengo en más partes, tengo la más fuerte”, detalló Melissa.
La enfermedad compromete su colon y su vejiga, impidiéndole funciones básicas. En medio de una crisis y al saber que la endometriosis no tiene cura, redactó –con ayuda de ChatGPT– una carta solicitando la eutanasia, sin avisar a sus padres. “Empezó a leernos la carta y mi esposo y yo nos tomamos de la mano y nos derrumbamos porque nunca nos lo imaginamos. Siempre hemos tenido esperanza, siempre buscamos una esperanza”, relata su madre.
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Las autoridades médicas rechazaron su solicitud, argumentando que todavía hay alternativas. Entre ellas, una compleja cirugía para retirar su matriz y posiblemente practicarle una colostomía. “Dejarla sin su parte ginecológica y dependiendo de cómo esté la endometriosis pegada al colon, tendrían que hacerle una colostomía, y toca mirar cómo está el pulmón. Es decir, al abrirla se pueden dar cuenta del nivel avanzado que puede tener la endometriosis dentro del organismo”, explicó Duarte.
Melisa no aceptó la propuesta por considerar que empeorará su ya afectada calidad de vida: “No me quita el dolor, me lo reduce 20% y tendría que tener una bolsa para hacer popó, otra para orinar, también de pronto algo para alimentarme, sin contar que yo creo que también debería tener oxígeno”. Ante la negativa a su petición, una opción inviable para ella, Melissa lanzó una frase desgarradora: “Yo me suicido”.
Cuando todo parecía más oscuro, su video viral abrió una puerta. Una clínica especializada en endometriosis en México le propuso un tratamiento menos invasivo, pero que podría costar hasta 60 mil dólares, más de 200 millones de pesos colombianos. Melisa vendió su carro y creó una campaña en Vaki para recaudar fondos.
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“Ellos se contactan conmigo y me dicen ‘mándanos tu historia y te damos una opción’". Melisa explicó que el procedimiento que le proponen en México limpiara cada nervio y cada órgano afectado por la endometriosis, además de que quitarán lo que sea necesario de sus intestinos, pero los unirán para evitar que la joven quedé con bolsas para hacer sus necesidades, algo que le ha dado una última esperanza.
En medio del dolor, encontró otro motivo para seguir, pues hace dos meses conoció a Mateo Pinto, se enamoraron y planean casarse pronto. Pero la enfermedad no da tregua y fue hospitalizada de nuevo hace unos días.
A sus 25 años, sigue soñando con dejar atrás el sufrimiento y siendo una mujer fuerte. “Jamás quería que me vieran enferma, odio que me vean mal y odio que me tengan lástima por verme mal porque la única persona que se puede tener lástima y sentirse mal por estar mal soy yo, entonces yo tengo que verme fuerte”.