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En un mundo hiperconectado por redes sociales e internet, la soledad se ha convertido en una epidemia silenciosa. En medio de esta realidad, la historia de Cristian Montenegro, un hombre bogotano que decidió crear su propia familia para combatir el aislamiento, ha capturado la atención de medios nacionales e internacionales. Algunos lo tildan de loco, mientras que otros simplemente ven en él a un creador de contenido que busca notoriedad. Sin embargo, Cristian, quien tiene 30 años y se dedica a un trabajo informal, está convencido de que su motivación es clara: combatir la soledad. La pregunta que resuena en las redes y en la calle es la misma: ¿por qué un hombre decide tener una pareja y tres hijos que no son de carne y hueso?
Cristian Montenegro se define como un hombre “común y corriente”. Vive en Bogotá y su trabajo informal le permite tener tiempo libre para compartir los fines de semana con su familia. Este joven, que en sus redes sociales se ha autodenominado "influencer famoso", ha alcanzado cifras jugosas con más de 130.000 seguidores en Instagram, TikTok y Facebook combinados.
La protagonista de su vida y la señora de su casa es Natalia. Cristian afirma que la hizo él mismo, iniciando con icopor para la cabeza y luego usando piezas de maniquí para el cuerpo, el cual compró en el centro. En cuanto a su nombre, él reveló que fue en honor a la protagonista de la telenovela ‘Mi gorda bella’.
Juntos, Cristian y Natalia, a la que le ha cambiado la peluca y el cuerpo varias veces para hacerla "más real" y de un material "más aguantador", tienen tres hijos: Daniel Adolfo, de 10 años; Lady María, de seis, y una bebé llamada Samy. Al mayorcito, lo llama su “versión miniatura” o “heredero clon”.
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Cristian es enfático al señalar que sus creaciones son un trabajo de arte y dedicación. Según contó en Los Informantes, siempre le ha gustado pintar, modelar figuras en plastilina y fabricar objetos con materiales reciclados. Dedica sus tardes y fines de semana a modificar a su familia de muñecos, ajustando el rostro y el cuerpo de los niños para que tengan características acordes con la edad que les ha asignado y rasgos que se asemejen a los suyos. Sobre el que llama Daniel Adolfo, explicó que “sí, se parece, porque fue hecho con mi cara y todo”.
Sobre el porqué se decidió por una “familia de muñecos”, Cristian Montenegro es claro en señalar que es producto de la soledad. Él mismo explica el origen de esta situación: “Por soledad y por todo. Por la soltería, porque no he podido lograr ser padre, porque no he tenido a nadie”.
Cristian Montenegro relató que la idea de fabricar su propia compañía, alguien con quien pudiera ir al parque los domingos y dar paseos por el barrio, surgió tras terminar su última relación y experimentar la tristeza del desamor. Afirmó que siente que el mundo le ha ganado; “los demás, que tienen sus parejas de carne y hueso, sí lo logran, tienen el privilegio, menos yo. Yo no tengo el privilegio de hacer hijos de carne y hueso”.
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Insiste en que su familia de muñecos es la forma que encontró para lidiar con el vacío que lo dominaba, “inventándome todo esto para no estar solo”.
Según su relato en Los Informantes, si encontrara “una mujer de carne y hueso” que le gustara, su compañera de trapo quedaría guardada, pero “para salir de ella, tocaría que esa mujer real y yo tengamos bebés y todo”. Para él, Natalia es temporal, "es como es como una velita que se prende si estoy solo y todo, pero si está alguien ella se apaga”.
A pesar de las burlas y el escarnio público (muchos lo tildan de "chiflado", "exhibicionista" o "payaso" en redes), Cristian continúa con su rutina, manteniendo su convicción de que su familia es una creación de arte.
“Varias veces me han dicho que estoy loco… Esto no es loquera, sino me las ingenio y todo para no estar solo”, aseguró. Es enfático en negar que su actividad se trate de un juego de adulto con muñecos, sino una necesidad de compañía. “No es por jugar, ni porque soy adulto y juego con muñecos o titiriteo, no, no, solo es un truco para yo no estar solo”, afirmó.
La historia de Cristian Montenegro no es solo una anécdota bizarra, sino que, para los expertos, es el reflejo de una realidad contemporánea en la que las personas están cada vez más conectadas en la virtualidad, pero más aisladas en la vida real.
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La soledad, entendida como la “sensación de que no existen relaciones significativas en la vida”, ha crecido de una manera tan alarmante en los últimos años que ya se ha establecido como un “problema de salud pública”. Así lo afirmó el presidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, Alexie Vallejo.
Las estadísticas globales y locales son impactantes:
• Alcance global: Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada seis personas en el mundo se siente preocupantemente sola. En países de bajos ingresos, esta cifra puede aumentar hasta una de cada cuatro.
• Realidad colombiana: la cifra de la OMS significaría que más de 12 millones de personas podrían estar experimentando una soledad aguda, una cifra que supera la población de ciudades como Londres, París o Bogotá.
• Riesgos de salud: Cuando la soledad se prolonga en el tiempo, puede generar “múltiples problemas de salud física, como problemas cardiovasculares, a múltiples problemas de salud mental, como depresión, ansiedad, psicosis y suicidio”. Los estudios también asocian la soledad con enfermedades como la diabetes y la pérdida de memoria.
• Mortalidad: La soledad está relacionada con el desarrollo de decenas de enfermedades y con cerca de un millón de muertes en el mundo cada año. Esto equivale a unas 80.000 muertes al mes, más de 2.500 al día y casi 100 cada hora.
• Expectativa de vida: el experto Alexie Rojas reveló que, si una persona permanece insatisfecha con su entorno social y persiste en ese estado de soledad, “se acorta la expectativa de vida en un 25%”.
Algunas personas han especulado, sin sustento científico, que Cristian padece de objetofilia, una condición en la que una persona puede sentirse atraída física, emocional o incluso sexualmente por un objeto. Si bien no está catalogada como una enfermedad, se ha relacionado con trastornos obsesivos, autismo o esquizofrenia. Sin embargo, quienes presentan este tipo de atracción pueden ser perfectamente funcionales y desempeñarse con normalidad en la sociedad.
Cristian niega totalmente que se trate de objetofilia y reitera que su problema es la soledad.
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La psiquiatra Paola Martínez, máster en psicofarmacología, coincidió en la complejidad del problema moderno: “Estamos hablando de que la soledad cada vez se puede volver más grande, a pesar de que cada vez estemos más rodeados o con más herramientas al alcance para estar cercanos a alguien”. Para ella, la tendencia a tener “muchos amigos en Instagram”, pero sin “conexiones reales”, es parte del problema.
Sobre los casos en los que personas se enamoran o se casan con objetos, la Dra. Martínez ofreció una perspectiva que apoya la visión de Cristian sobre el vacío. “Cuando hablamos de que hay personas de que se enamoran o se casan con algún objeto, pues ahí nos estamos dando cuenta que realmente lo que están intentando es llenar un vacío”, explicó.
Ante el creciente aislamiento social, los expertos Alexie Rojas y Paola Martínez recomiendan buscar acompañamiento psicológico o ayuda profesional. Otras estrategias incluyen fortalecer vínculos reales, retomar contacto con familiares o personas que fueron cercanas, participar en actividades de voluntariado o practicar deportes en grupo. Para los psiquiatras, la soledad puede ser una “mala consejera”.