Segundino Castro Mercedes, un abuelito de 78 años que vive en Payamarca, Perú, lloraba desconsolado en la esquina de una calle en Huamachuco, adonde llegó a vender unos huevos.
Una periodista lo abordó para conocer el motivo de su tristeza y ahí reveló que sus seis hijos le están exigiendo que reparta la herencia para saldar las deudas que tienen.
En medio del llanto se preguntaba quién cuidaría de él cuando entregara el trabajo de su vida.
“Me quiero morir para que me respeten, aunque sea las aves”, decía desconsolado.
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Reveló que una de sus hijas, que vive en Lima, viajó para echarle en cara que supuestamente “paga todo, que yo no pago nada”, lo que dice que no es cierto porque solo una vez le ayudó a pagar un recibo de la luz.
Pese a la tristeza, insistía en que les iba a dar a sus hijos lo que le exigían, pero que no podía hacerlo en este momento por la pandemia del coronavirus .
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