La cifra de muertos por el terremoto de 7,8 grados que el sábado golpeó Nepal superó ya los 3.700, mientras la lluvia que cayó durante la noche y la falta de comunicaciones dificultan las tareas en el país del Himalaya.
Según informó una fuente del Centro Nacional de Operación de Emergencia, la última cifra de fallecidos se situó en 3.700, de los cuales 1.291 han sido identificados, una referencia que no hace más que subir con el paso de las horas.
El número de heridos, por su parte, ha alcanzado ya los 6.535, de acuerdo con la misma fuente.
Todo son malas noticias de momento en Nepal. Los precarios campamentos en los que la población ha ido encontrando refugio sufrieron la noche del domingo la aparición de la lluvia, aunque por la mañana las condiciones meteorológicas mejoraron.
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Miles de personas permanecen en la calle o en alguno de los quince campamentos habilitados por el Gobierno en Katmandú, apenas unas rústicas carpas, por temor a que las estructuras de sus casas cedan.
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La aparición de la lluvia no sólo dificultó la situación de la población sino que prácticamente paralizó la llegada de ayuda al aeropuerto de Katmandú.
Fuentes oficiales indias confirmaron que el domingo un avión con ayuda de la Fuerza Aérea India no pudo salir como consecuencia del clima.
Paralelamente, la réplica de magnitud 6,7 en la escala de Richter del domingo, una de las más de 40 que se han producido desde el sábado, terminaron de tumbar gran parte de las ya golpeadas comunicaciones en el país.
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En este momento las servicios de internet y telefonía móvil están caídos en la nación asiática, sólo algunas líneas de telefonía fija están activas.
El Gobierno ha solicitado ayuda internacional de todo tipo para poder dar respuesta a las necesidades de la población y afrontar las tareas de rescate.
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Varios países han enviado ya su ayuda y la comunidad internacional se moviliza para hacer llegar toneladas de suministros y ayuda a la nación asiática.
Este es el terremoto de mayor intensidad en casi 80 años en el país del Himalaya y el peor que ha vivido la región en una década, desde que en 2005 un movimiento telúrico causara una tragedia de grandes proporciones en Cachemira, con un balance de más de 84.000 muertos