Por casi un semestre se burló de las autoridades ya que no dejaba rastro alguno de sus robos, pero su maña de escuchar a través de las puertas fue su perdición.
Stefan, de origen rumano, migró a Valladolid, España, en busca de un futuro mejor. Allí encontró “fortuna” al convertirse en un especialista del robo. Desde octubre de 2015 hasta febrero de 2016 tuvo en jaque a la policía municipal.
Su modus operandi era casi perfecto, no dejaba rastro alguno en las casas que robaba. No había huella dactilares, ADN, o cualquier elemento que lo delatara.
Creyéndose invencible, Stefan saqueó, en cuatro meses, nueve casas y cosechó un botín de unos 21.000 euros. Tal fue su temeridad, que incluso, robó el hogar de la madre de un importante juez de la ciudad.
Este fue su gran error, el togado no se quedó con las simples investigaciones y buscó las pistas más insignificantes, sabiendo que algún error tuvo que haber cometido este amigo de lo ajeno.
Así fue, el juez encontró que Stefan tenía la costumbre de apoyar la oreja en las puertas de las casas para confirmar que no había nadie en su interior.
Lo que no sabía el rumano es que, en las ciencias forenses, la marca dejada por el pabellón auditivo es igual de válida para identificar a un criminal al de las las huellas dactilares.
Los restos de sudor y grasa que deja la piel al reposar en una superficie, que no son perceptibles a simple vista, permiten identificar la forma de la oreja, algo muy similar a la identificación por huella dactilar.
El método, llamado otograma, mostró que Stefan era el ladrón de la casa de la progenitora del juez y de las otras ocho residencias.
El método infalible se fue a pique, todo porque el "sagaz" ladrón dejó su impronta en la puerta de cada una de las moradas saqueadas.
Frente a la contundencia de las pruebas, Stefan decidió acogerse a sentencia anticipada. Ahora estará en prisión por dos años y tendrá que pagar una indemnización de 20.000 euros.
Updated: abril 08, 2018 10:41 a. m.