En pleno siglo XXI, nadie se puede imaginar vivir completamente desconectado, sin teléfono inteligente y sin correo electrónico. Según la Oficina Federal de Estadística de Alemania, 3.000.000 de personas en ese país lo hacen.
No solo son personas mayores, dos millones y medio de los que no están en línea son jóvenes.
El timbre del celular de Benno no pasa desapercibido. “Cuando estoy en cualquier lugar y mi teléfono Nokia empieza a sonar, la mayoría de las personas se ríen”, señaló Benno Flücel, alemán sin un teléfono inteligente.
La experiencia es casi nostálgica. Benno tiene 32 años y vive en Berlín desconectado. No tiene WhatsApp Waze, redes sociales u otras aplicaciones.
Este hombre tampoco tiene cuentas bancarias, decidió imprimir un código QR donde le pueden hacer las transferencias. Sin embargo, admite que sacar dinero es complicado.
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Puede parecer extraño, pero la desconexión cuesta, como lo explica el doctor Stephan Humer, sociólogo interesado en esta nueva tendencia. “Hay que pagar un precio más alto, por eso no hay un acceso fácil al banco. Por ejemplo, hay que ir hasta una sucursal o hacerlo por llamada telefónica. Es más esfuerzo y dinero”, comentó.
En casa hay computador con internet, pero, cuando sale, Benno queda desconectado. Por eso, anota las direcciones a las que tiene que ir y resuelve por sí mismo cómo llegar hasta ahí.
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Pero el mundo ya no brinda tantas herramientas para eso. Una periodista del canal alemán RTL, intentó conseguir un mapa físico en una estación de servicio para moverse sin un apoyo tecnológico.
“El hombre que atiende en la gasolinera me dijo que ya no venden ese tipo de cosas. Ahí nadie las compraba porque tenían celulares”, puntualizó María Hohn, periodista de RTL.
Sorpresivamente, cada vez más personas deciden desconectarse. Resulta difícil al comienzo, pero afirman que luego les queda más tiempo para sus tareas y aficiones, tiempo para vivir y la vida en sí misma vuelve a ser más pausada y relajante.