La misiva fue leída durante el funeral del cardenal Meisner, arzobispo de Colonia, quien fue gran amigo del papa emérito.
En el texto, además de recordar al prelado, Benedicto XVI añade que su amigo supo vivir una vida con la certeza de que el Señor no abandona a su iglesia, ni siquiera cuando la barca “está a punto de volcarse”.
Las palabras han sido interpretadas como la advertencia frente a un posible naufragio de la Iglesia. Otras voces le han restado importancia a la misiva.