Mientras millones de personas huyen de la guerra en Ucrania, de la devastación, de lo inimaginable, periodistas de todo el planeta han llegado para convertirse en los ojos del mundo. Fue precisamente retratando la desolación, el miedo, que el corresponsal de Sky News Alex Rossi tuvo que interrumpir la transmisión.
El sonido de los bombardeos se antepuso, sin embargo, su cámara nunca se apagó.
“Simplemente muestra lo rápido que pueden cambiar las cosas aquí, estábamos afuera grabando muy tranquilos, había proyectiles que entraron”, exclamó.
Con su equipo de noticias, el reportero tuvo que resguardarse en uno de los túneles en el sureste de Ucrania. En compañía de su camarógrafo y varios soldados, todos atrincherados, aún agitado, visiblemente angustiado, Alex continuó narrándole al mundo el desarrollo de la guerra.
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En otro punto de Ucrania, en vivo y en directo, mientras hablaba sobre el derramamiento de sangre y la violencia, y calificaba la invasión en ese país como una lucha feroz, Clive Myrie, corresponsal de la BBC, no pudo ocultar sus sentimientos. Miles de televidentes quedaron impactados al ver las lágrimas.
Nadie está preparado para una guerra, ni los más aguerridos reporteros.
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Algo similar le ocurrió en Kiev a Mariana Díaz, corresponsal de Tele13 de Chile. La reportera describía el ambiente en las calles, cuando de repente se topó con un enfrentamiento de las tropas rusas que se acercaban a la capital.
Desde el hotel donde logró resguardarse, a través de los cristales, nunca paró de transmitir.
Un refugio que parece temporal. Sin embargo, la incertidumbre prima en medio del cubrimiento, la comida y el agua se agotan, las noches se pasan en vela y cada día se hace más difícil el trabajo para la prensa que retrata la dolorosa destrucción y se convierte en testigo única de la barbaridad.