La extrema derecha fracasó en su objetivo de conquistar por primera vez un gobierno regional en Francia, ya que no ganó ninguna región este domingo en la segunda vuelta de los comicios regionales, pese a su resultado histórico en la primera vuelta.
La oposición de derecha gana al menos seis regiones y la izquierda gubernamental al menos cinco de las 13 regiones de Francia, según estimaciones todavía provisorias.
Los dos partidos tradicionales se beneficiaron con una mayor movilización del electorado (casi 9% más de participación que en la primera vuelta) que parece haber respondido al llamado de políticos y de numerosas asociaciones, que exhortaron a "bloquear el camino" al ultraderechista Frente Nacional (FN).
El primer ministro, Manuel Valls, saludó ese "muy digno impulso" del electorado, pero afirmó que este resultado no debe dar lugar a "ningún triunfalismo", porque "el peligro de la extrema derecha no se ha disipado, ni mucho menos".
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Estos resultados son un serio revés para las tres figuras principales del FN: su líder, Marine Le Pen, que perdió en el Norte, al igual que su sobrina, Marion Maréchal-Le Pen y el vicepresidente del partido, Florian Philippot, derrotados respectivamente el sudeste y en el nordeste.
"Nada podrá detenernos", afirmó Marine Le Pen tras conocerse los resultados, en un discurso en el que criticó con vehemencia los llamados a bloquear al FN, calificándolos de "derivas de un régimen agónico".
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El expresidente Nicolas Sarkozy, líder del principal partido de la oposición de derecha, Los Republicanos (LR) declaró que estos resultados "no deben hacernos olvidar bajo ningún pretexto las advertencias" de la primera vuelta.
Victoria pírrica
El politólogo Jean-Yves Camus, de la Fundación Jean Jaurès, estimó que este resultado "tiende a confirmar que hay una barrera para el FN, excelente en la primera vuelta pero que no sabe ir más allá".
Pero esto "no soluciona el problema de fondo", dijo, sosteniendo que la victoria de los partidos tradicionales es "una victoria pírrica", dado que se construye "contra algo o alguien y no por".
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Estos comicios son los últimos que se realizan en Francia antes de la elección presidencial de 2017, para cuya primera vuelta los institutos de sondeo dan a Marine Le Pen en cabeza de las intenciones de voto.
En la primera vuelta, el FN obtuvo un resultado histórico, con 28% de los votos a nivel nacional y en primera posición en seis regiones, en dos de ellas con más de 40 %, por lo que esperaba ganar y dirigir el ejecutivo en varias de ellas.
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La campaña electoral fue acortada a raíz de los atentados de París, y se acabó en un clima tenso con cruces de acusaciones e improperios.
El primer ministro Valls agitó la amenaza de una "guerra civil" si el FN alcanza el poder.
Los resultados del domingo podrían tener consecuencias para las ambiciones presidenciales de Sarkozy, dado que su estrategia de adoptar los temas tradicionales de la extrema derecha, como la seguridad y la inmigración, no frenó el deslizamiento de una parte de electorado del LR hacia el FN.
En la izquierda, el "frente republicano" (unión para enfrentar a la extrema derecha) por el que optaron los socialistas, fue considerado por algunos como una estrategia en favor del presidente François Hollande con vistas a la presidencial.
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Unos 45 millones de franceses estaban convocados a estos comicios para elegir 1.757 consejeros regionales.