Muchos operarios de deportes extremos están resurgiendo después de la pandemia y fomentan el crecimiento del turismo, lo malo, es que algunos señalan que en su afán de aprovechar esta bonanza podría haber empresas que presuntamente operan por fuera del marco de legal y sin control ni vigilancia. Lo más grave es que ponen en riesgo la vida de los turistas. Como es el caso de Edwin Cárdenas, quien recuerda con nostalgia a su hijo José Alejandro Cárdenas, el niño de 10 años murió ahorcado accidentalmente en un ecoparque de aventura en el municipio de La Mesa, en Cundinamarca, en agosto de 2022.
A la edad de 10 años, José Alejandro ya sabía de disciplina y organización, según su papá, era por el deporte que practicaba: taekwondo. “Ya entraba a franja azul, comenzó desde muy pequeño, como desde los cinco años y medio”. Además, le gustaba la aventura: “hacer deporte, caminata, todo lo que fuera ecológico”. Pero a pesar de esa disciplina por las artes marciales, nunca pensaron que su vida fuera a terminar.
Un fin de semana con festivo de agosto del 2022 decidieron viajar en familia a La Mesa, en Cundinamarca. “Llegamos aquí a eso de las 3:30 p.m. y me acordé de que mi mamá había estado por acá y que había estado una parte donde había tirolesas y otras actividades, entonces decidimos ir a ese parque, Ecoparque Canaán”. Ubicado en la vereda La Trinidad, vía la inspección San Joaquín, del municipio de La Mesa, su representante legal es el señor Edgar Díaz.
Según Edwin, el parque tenía una atracción que a José le llamaba muchísimo la atención: “nos ofrecieron una caminata ecológica, pasar un lago con una cuerda, un puente colgante y lo más atractivo posible era la tirolesa”. El recorrido en la cuerda era largo, consistía en pasar por el aire colgado por un arnés a una polea y una cuerda de vida sujetada con un arnés a la cintura del niño y otra polea. Los cables estaban atados de esquina a esquina entre las ramas de los árboles”.
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Según Jonathan Ramírez, experto en tirolesa, los guías deben entregar información al turista sobre la altura, la velocidad del descenso, cómo funciona el equipo que se debe usar, de lo contrario podrían ocurrir accidentes fatales. Según el padre del menor, “no, ningún documento nos hicieron firmar ni tampoco nos dio una información, lo único que hicieron es que en las atracciones se podía lanzar un niño desde los siete años”.
Y como cualquier papá que confía al dejar a sus hijos al cuidado de otros, Edwin confió. “Yo estaba abajo esperándolo para tomarle las fotos. Él subió con mi hermana, mi mamá y mi hija a realizar las actividades más los dos guías que iban con ellos”. “Yo pensé que el niño se iba a lanzar con el guía por la que tenía”. “El muchacho le pone la cuerda de la vida y se la enrolla dos veces que porque la cuerda estaba muy larga”. Su padre también recuerda que “pasan como unos cuatro minutos y el guía comienza a pedir auxilio”.
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Desde abajo Edwin no entendía qué pasaba, pero su intuición de papá lo llevaba a sospechar que se trataba de su hijo. “Asumí que era mi hijo porque era la única persona que se había lanzado”. Una de las cuerdas de la tirolesa que sujetaba a José Alejandro no lo dejó avanzar más por la polea. La cuerda, lo haló hacia atrás dejándolo sin respiración, según su papá, José quedó suspendido en el aire. “El niño quedó como a 150 metros de donde él tenía que haber llegado”.
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