
Durante décadas, las contraseñas han sido la puerta de entrada al mundo digital. Sin embargo, para gigantes tecnológicos como Microsoft, Google o Apple, su tiempo está llegando a su fin. La promesa de sistemas más seguros, basados en huellas dactilares, reconocimiento facial o llaves de acceso, avanza, pero choca con un obstáculo importante: la dificultad de los usuarios para adaptarse.
En diciembre, dos directivos de Microsoft resumieron esta tendencia en su blog: "La era de las contraseñas está llegando a su fin". Desde mayo, las cuentas nuevas en la plataforma funcionan por defecto con métodos de acceso más sofisticados, dejando en segundo plano la tradicional combinación de usuario y clave. No están solos: otras empresas, gobiernos y organismos también refuerzan sus políticas. En Francia, por ejemplo, la agencia tributaria obliga a validar el ingreso con un código enviado por correo electrónico, además de la contraseña.
¿Por qué las contraseñas están en la mira?
“Las contraseñas suelen ser débiles y reutilizadas”, explica Benoît Grünemwald, especialista en ciberseguridad de Eset. Los hackers pueden descifrar en segundos aquellas que no superan los ocho caracteres y, peor aún, son un blanco constante de filtraciones masivas. La magnitud del problema quedó en evidencia en junio, cuando el medio Cybernews descubrió una base de datos con 16.000 millones de credenciales robadas.
El futuro: llaves de acceso y biometría
La alianza industrial FIDO, que reúne a empresas como Google, Apple, Amazon, Microsoft y TikTok, impulsa las llamadas passkeys o llaves de acceso. Este sistema permite validar la identidad con un dispositivo externo, como un teléfono, mediante un PIN o datos biométricos. Según Troy Hunt, creador de Haveibeenpwned, este método elimina el riesgo de entregar información sensible a sitios maliciosos: “No puedes dar accidentalmente tu llave a un sitio que no es legítimo”.
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A pesar de los avances, los expertos no prevén la desaparición inmediata de las contraseñas. Muchas páginas web siguen dependiendo de ellas y, para la mayoría de usuarios, representan un método sencillo y familiar. Además, las llaves de acceso requieren configuraciones adicionales y, si se pierde el dispositivo vinculado, la recuperación de la cuenta puede ser más complicada.
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Hunt lo resume con pragmatismo: “La ventaja de las contraseñas es que todo el mundo sabe cómo usarlas”. El camino hacia un internet sin contraseñas es inevitable, pero no será rápido. En el mientras tanto, conviviremos con un pie en el futuro y otro en un sistema que, aunque imperfecto, aún domina la vida digital.
LAURA CAMILA RAMOS CONDE
*Con información de AFP
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