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El pueblo de Armero, considerado la población más prometedora del norte del Tolima, vivió un día de aparente normalidad antes de que la furia del Volcán Nevado del Ruiz se desatara en la noche del 13 de noviembre de 1985. La vida transcurría con su comercio, negocios y obligaciones diarias. Aunque la gente hablaba mucho de una posible inundación causada por el represamiento del Río Lagunilla en un sitio conocido como El Sirpe—un deslizamiento que en años anteriores ya había afectado a Armero—, muy poco se mencionaba la amenaza volcánica.
A lo largo de la tarde, las advertencias se hicieron presentes. Cerca de las 3 p.m., el olor a azufre se intensificó. Una lluvia extraña, compuesta por ceniza y pequeñas piedras, comenzó a caer sobre Armero. Marta Calvache, entonces una joven geóloga del comité científico que vigilaba el volcán, señaló que la erupción inicial, que produjo la ceniza caída en Armero, Murillo y Líbano, ocurrió a las 3 p.m. o alrededor de las 5 p.m.
Aura Yolanda Castro, hija del comandante de Bomberos, recordó que nunca antes había llovido ceniza en Armero. Los conductores debieron usar los limpiaparabrisas. La ceniza fue descrita por un habitante como un "polvillo" fino o un "humo grueso" que fastidiaba, aunque el pueblo permanecía "quieto" y la gente cumplía su horario. La única instrucción preventiva que se escuchaba era taparse la cara con pañuelos para no respirar la ceniza.
Mientras tanto, en San Pedro, un corregimiento ubicado en la parte alta del cañón del Río Lagunilla, Horminso Acero, un habitante, comenzó a preocuparse ante los rugidos cada vez más constantes del volcán. El Ruiz avisaba, primero con ceniza, luego con arenas, y después con relámpagos. Sin embargo, al final de la tarde, la emisora local, Radio Armero, no se pronunciaba, y la mayoría de los habitantes lucían despreocupados.
La situación se complicó drásticamente en la parte alta hacia las 8p.m. Sismos continuos estremecían la tierra desde las 5 p.m. El Ruiz estaba "en ebullición" a punto de producir la explosión mayor. De repente, alrededor de las 9:20 p.m. una tremenda explosión sorprendió a Patiburrí y San Pedro. El exconcejal Jorge Montealegre recordó que a las 9:15 p.m., una operadora de Patiburrí llamó desesperada diciendo: "Aquí viene una vaina impresionante, esto está aquí que buja". En ese momento, la comunicación se cortó y el pueblo se quedó sin luz. Comprendieron que el volcán había hecho erupción.
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Minutos después de la explosión, los habitantes sintieron el aterrador sonido que producía la avalancha que bajaba incontenible por el cañón del Río Lagunilla. Horminso Acero describió el ruido como el de un avión que venía por el río, lo que hizo que la gente del área llana subiera a San Pedro. La explosión de las 9:20 p.m. generó temperaturas tan altas que derritieron un área de 195 hectáreas del glaciar. 12.000 metros cúbicos de agua —equivalentes al flujo del Río Magdalena a su paso por Girardot— descendieron.
El ingeniero hidrólogo Abraham Salazar explicó que la avalancha principal se formó en el Río Azufrado. Se potenció al desembocar en el Lagunilla y llegó a Armero a las 11:06 p.m. La primera avalancha fue la que descendió por el Azufrado y llegó al embalse del Sirpe, empujándolo y rompiendo el dique natural. La avalancha bajó con un caudal de 23.600 metros cúbicos por segundo, lo que equivale a casi 11 ríos Magdalena. Viajaba a una velocidad de 8 metros por segundo y alcanzó una altura de 44 metros. En ese instante, "la suerte del pueblo ya estaba sellada". Una segunda avalancha llegaría media hora después.
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El exconcejal Montealegre comparó el silbido del aire comprimido en el cañón con estar cerca de las turbinas de un avión. Vio la avalancha, describiéndola como una masa que arrastraba maquinaria e incluso una vaca colgada.
Lo primero que encontró la avalancha fue la pequeña central eléctrica, lo que provocó que se fuera la luz en medio de un ruido ensordecedor. El pueblo que todos conocieron fue "borrado por la vorágine". El apocalipsis, que llegó a Armero en minutos, se llevó la vida de más de 25 mil almas. El Sr. Montealegre fue alcanzado por la segunda avalancha alrededor de las 11:15 de la noche.
Pensar en el flujo de la avalancha de Armero es como imaginar una cascada vertical y densa, no de agua pura, sino de lodo, roca y escombros, cayendo constantemente con la fuerza combinada de once de los ríos más grandes de la región, una fuerza que no solo fluye, sino que barre y aniquila todo a su paso.
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