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En Risaralda, el nombre de Juan Carlos Villa Cardona se convirtió en sinónimo de horror. Su historia criminal estremeció al país no solo por la cantidad de víctimas 11 en total, entre ellas diez adultos mayores y un adolescente de 15 años, sino por el engaño que usaba para acercarse a ellas: fingía ser sordomudo. Con esa estrategia lograba inspirar lástima, abrir puertas y generar confianza, antes de atacar con frialdad.
Durante años, este hombre recorrió el Eje Cafetero escondido bajo una máscara de indefensión. La fachada funcionaba: las víctimas, en su mayoría personas solas y vulnerables, lo recibían sin sospechar que estaban frente a un asesino calculador. Una vez dentro de sus hogares, Villa Cardona desataba una violencia que parecía no tener límites, dejando a su paso un rastro de dolor que marcó a la región.
Los relatos sobre sus crímenes helaron a la opinión pública. No solo se trataba de la brutalidad de sus ataques, sino de la elección de víctimas que difícilmente podían defenderse: ancianos confiados y un joven que apenas comenzaba la vida. Cada historia era más aterradora que la anterior, y con cada caso crecía el temor en Risaralda.
El desenlace fue tan inesperado como perturbador. Villa Cardona fue capturado gracias a sus propios hermanos, quienes decidieron entregarlo a las autoridades. Lo más inquietante es que, según la investigación, algunos de ellos también habrían participado en los crímenes, convirtiendo este caso en un episodio de complicidad familiar que dejó atónitos a los investigadores.
Hoy, el hombre conocido como “el terror de Risaralda” cumple una condena de 43 años en la cárcel de La Dorada, en Caldas. Su modus operandi quedó registrado como un ejemplo de cómo la manipulación y el disfraz de indefensión pueden convertirse en armas tan peligrosas como un cuchillo.
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Más allá de la sentencia, la historia de Villa Cardona abrió un debate sobre la confianza en desconocidos y cómo la vulnerabilidad de las personas mayores suele ser aprovechada por delincuentes. En Risaralda y el Eje Cafetero, su nombre sigue siendo recordado con miedo, como el retrato de una crueldad extrema que nunca debería repetirse.
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LAURA CAMILA RAMOS CONDE
NOTICIAS CARACOL