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La noche del 7 de diciembre de 2024, una fecha tradicionalmente marcada por la celebración del Día de las Velitas, la comunidad del barrio Potreritos en la localidad de Bosa, al sur de Bogotá, se encontró inmersa en una conflagración de grandes dimensiones. El suceso, que tuvo lugar en la carrera 88 con calle 74 sur, arrasó con varias edificaciones y dejó un escenario de devastación material. Aunque el fuego fue controlado, y afortunadamente no se reportaron víctimas fatales ni personas lesionadas, la emergencia acontecida alteró la vida de decenas de familias, obligándolas a presenciar cómo las llamas consumían sus bienes.
Se presume que la calamidad pudo haberse originado por un volador, un artículo de pólvora comúnmente utilizado en estas festividades. El incendio estructural, que inició en una bodega, se propagó rápidamente, afectando a estructuras aledañas y consumiendo por completo dos fábricas ubicadas en la zona: una dedicada a la producción de icopor y otra de plásticos. Este intenso fuego no solo acabó con las edificaciones industriales, sino que también destruyó el trabajo de décadas los sueños de muchos habitantes"del sector.
La magnitud del desastre fue tal que requirió de la movilización de un amplio contingente de organismos de emergencia. Bomberos de las estaciones de Bosa, Kennedy y Restrepo trabajaron arduamente para mitigar el fuego, labor que precisó la activación de siete estaciones, quince vehículos y cuarenta y ocho uniformados, quienes realizaron "labores de control con herramienta manual y ataque directo con agua". El Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá anunció que la conflagración fue controlada al 100% en la madrugada del domingo 8 de diciembre, aproximadamente a la 1 de la mañana. El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, había informado previamente que se evacuaron cinco viviendas cercanas a donde se generaron las llamas.
Los efectos visibles de la emergencia resultaron impactantes en términos de pérdidas materiales. De acuerdo con los reportes iniciales, diecinueve viviendas se vieron afectadas, cifra que posteriormente se estimó en cerca de treinta casas damnificadas, dejando a más de ochenta personas sin hogar. La intensidad de las llamas provocó que varias casas perdieran una gran parte de su infraestructura, con muros que cayeron y habitaciones que quedaron expuestas tras el derrumbe de las paredes.
En medio del desespero, los habitantes luchaban por salvar lo poco que podían de sus hogares, observando con tristeza cómo "todo lo que trabajamos por años se quedó en estas casas". Así lo indicó en su momento, en entrevista con Noticias Caracol, la afectada Maritza Sotaquirá, quien vivía en una vivienda junto a sus hijos, describió la pérdida inmediata: "Se quemaron las camas, se quemó el computador y no nos podemos ir. Aunque nos dijeron que nos fuéramos, no tenemos a dónde". Sus palabras reflejaban la difícil situación de las familias que, incluso ante la recomendación de las autoridades de desalojar porque "algunas estructuras dejaron de ser habitables y podían derrumbarse con las familias adentro", se encontraban sin un refugio alternativo.
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Otro de los afectados, Jeison Cruz, manifestó a este canal en el mes decembrino del 2024 la magnitud de la ruina material: "El segundo piso quedó totalmente calcinado, perdimos todo. Quedamos totalmente en ruinas". Cruz y otros propietarios se vieron forzados a pasar noches en vela, vigilando que sus propiedades, o al menos los restos de ellas, no sean saqueadas con los pocos muebles que resistieron a la conflagración.
Las pérdidas no solo fueron materiales, sino también financieras y personales. Evelyn Méndez, una joven residente, le contó a Noticias Caracol también que perdió la totalidad de sus ahorros que estaban destinados al pago de su educación profesional. Ella relató que "trabajaba solo sábado y domingo y estaba reuniendo para poder estudiar idiomas". Añadió que, "de los nervios y eso no pude sacar absolutamente nada", observando cómo el dinero se transformó en cenizas.
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Los vecinos, ante la desolación y la necesidad urgente de auxilio, tuvieron que organizarse a través de ollas comunitarias para proporcionar alimento a quienes quedaron sin techo. Asimismo, hicieron un "llamado para que las autoridades les brinden verdaderas soluciones", señalando que, aunque hubo acompañamiento inicial de las entidades gubernamentales, posteriormente se sintieron "totalmente desamparados". Por su parte, el Idiger y la Secretaría de Integración de Bogotá llevaron a cabo una "valorización de los afectados para brindarles el apoyo necesario", si bien el director del Idiger, Guillermo Escobar, sostuvo en ese momento que ya se estaban adelantando acciones y acompañamiento para ayudar a las familias con menores de edad que perdieron sus casas.
Un año después de que las llamas de aquel 7 de diciembre apagaran la celebración navideña, los residentes de Potreritos continúan en la labor de reconstruir sus hogares y sus vidas. Noticias Caracol regreó al barrio, donde se percibe que los habitantes han realizado grandes esfuerzos para levantar lo que el fuego les arrebató.
Guillermina Martínez, afectada por la conflagración, un año después de la tragedia, reflexionó sobre el proceso, incluso al recordar el miedo que sintió esa noche: "Cuando vi todo ese fuego y toda esa cantidad de calor y dije 'No pues cuando vuelva a la casa ya no encuentro casa queda un montoncito así". Ella recurrió a la fe en medio de la adversidad, pidiendo que su hogar fuera protegido. Al regresar y ver la casa con "el frente no más que vi dije 'Gracias Diosito, gracias padre.' Pero fue muy muy terrible".
De igual forma, Maritza Sotaquirá, al mirar hacia atrás, reconoce el alto costo que ha tenido la recuperación. Expresó con nostalgia que, si bien "Dios ha sido bueno con nosotros y se pudo reconstruir", se preguntó: "¿A qué costo? Detrás hubo noches de insomnio de lágrimas, ha sido muy fuerte'".
Las autoridades distritales han reconocido los esfuerzos realizados para brindar apoyo. Sin embargo, también han señalado las dificultades encontradas en el proceso de asistencia directa a la reconstrucción individual. Fabián Ramírez, alcalde local de Bosa detalló que, aunque han estado acompañando el proceso, ha sido "bastante complejo por las limitaciones de nuestro ejercicio desde lo público poder ayudarles en esa construcción individual de sus viviendas". No obstante, se destacó que la administración "logramos invertir en la construcción y en la pavimentación de las vías que están en frente de las casas que sufrieron digamos eh el el daño más fuerte".
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LAURA NATHALIA QUINTERO ARIZA.
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