Para Alexis Guapacho, oriundo de El Espinal, Tolima , y con 10 orgullosos años como soldado profesional, portar el casco es una religión que, sin duda, le salvó la vida.
Estuvo en peligro el día que, prestando seguridad en un hospital de Saravena en el que atendían a uno de sus compañeros que había caído en un campo minado, guerrilleros del ELN le dispararon en la cabeza.
“Sentí el impacto en el casco el cual me hizo arrodillar, pero no perdí el conocimiento”, recuerda Guapacho.
Por el balazo cayó al piso y, cuenta, por segundos vio borroso, pero sabía que estaba vivo. En ese momento por su cabeza solo se cruzaba las personas más importantes de su existencia.
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Pensaba en “mi hijo, la verdad, es mi razón de ser. Él es el motivo más grande para estar acá y, lógicamente, mi esposa, mi madre, mis hermanas”, enfatiza el militar.
Su disciplina, la vestimenta y mantener en regla todo su equipo de combate fue, según el comandante de la Octava División del Ejército, lo que realmente hizo de Guapacho un milagro.
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“A pesar de las altas temperaturas, de lo difícil que es el territorio, el soldado de forma disciplinada mantuvo sus elementos de protección y permitió que no se hubiera visto comprometida su vida en esta oportunidad”, dijo el general Mauricio José Zabala.