Uno de los tiros rompió la ventana del Black Hawk. El camuflado de otro de los soldados que iba en la aeronave terminó rasgado. Sucedió en Caquetá.
Si el capitán Frank Rozo se hubiera movido hacia el tablero de instrumentos del aparato, la ráfaga de fusil seguramente habría perforado su casco, donde estaba la cámara que grabó el impactante momento.
"En ese momento uno no piensa en otras cosas sino en el cumplimiento de la misión (…) Lo primero que uno hace es chequear si uno está bien, me preguntan: ‘¿usted está bien?’. Lo único que hago es tocar mis partes principales y verificar que no esté herido", relató sobre ese peligroso instante.
Al sargento Julián Hernández, que estaba apostado en una de las ametralladoras del Black Hawk, los tiros le rompieron el camuflado.
Uno de los disparos “coge la silla del piloto al mando, pega en el blindaje y sale por el costado izquierdo del helicóptero”, recordó el oficial.
El ataque ocurrió en Caquetá, cuando el capitán Rozo y sus hombres insertaban a un grupo de operaciones especiales para perseguir a un jefe de las disidencias de las FARC.
"Tan pronto iniciamos nuestra maniobra de rapel, descienden cinco soldados y nos falta la mitad. Tuvimos que irnos, pero evaluamos entre toda la tripulación y nos preguntamos: ¿podemos ingresar nuevamente? No podemos dejar un soldado solo en el área", contó el oficial.
Entonces, con un helicóptero averiado, regresaron al punto donde los atacaron para dejar más soldados.
Los uniformados dicen que la mayoría de las veces los reciben a bala, pero, según el sargento Luis Ignacio Tejada, volvería una y otra vez a misiones como la del Caquetá "porque siento amor por mi patria, porque amo el uniforme y porque me siento orgulloso de pertenecer a la aviación del Ejército".
En las 10.200 operaciones del batallón de operaciones especiales de aviación ha muerto un piloto y otros cinco han resultado heridos.
Updated: junio 18, 2019 02:50 p. m.