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“Nunca perdí la fe”: joven encontró a su mascota que estaba desaparecida y que buscó durante 7 años

Foto: cortesía Stephanía Medina.

Stephanía Medina cuenta la emotiva historia de cómo, después de tanto tiempo, volvió a ver a Póker, el perrito criollo que adoptó cuando era un cachorro.

“Mi mejor regalo de cumpleaños es poder ver a mi perro de nuevo. Es verdad. Nunca perdí la fe, siempre dije que iba a encontrarlo y la vida me premia”, dijo Stephanía Medina, una joven de 25 años quien, después de casi siete, se reencontró con Póker, su mascota que estaba desaparecida.

Stephanía cuenta que Póker estaba desaparecido desde abril de 2013, cuando vivía en casa del barrio Santa Mónica Popular, oriente de Cali, un vecino dejó abierta la puerta del antejardín y su “curioso amigo salió sin nunca más volver”.

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“Mi círculo más cercano me ayudó a buscarlo cerca de casa, por barrios aledaños, caminé las calles haciendo grupos. Su desaparición se publicó en diferentes periódicos de la ciudad e incluso llegué a aburrir a varios amigos de medios de comunicación para que hablaran de él en sus espacios”, dice.

Póker llegó a la vida de Stephanía cuando apenas era un cachorrito y se lo habían dado a un amigo que lo iba a dar en adopción. Ella acordó verse con él, pues quería acogerlo en su hogar.

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Su amigo montó al peludito en el carro y, en el camino hacia donde la joven que estaba dispuesta a darle el amor que necesitaba, en el vehículo se regó una cerveza.

“Desde que lo recogí, olía a cerveza, olía a que era un perrito carente de amor, de atención. Se llama Póker porque precisamente su olor era a cerveza y, cuando llegamos a casa, mi mamá le dijo ‘Cerveza’, pero yo solo lo llamé como mi bebida alcohólica favorita”, comenta.

Esto ocurrió en febrero de 2012 y ese mismo año, aprovechando que era voluntaria de la Cruz Roja Colombiana, vinculó a Póker a sus labores en dicha organización humanitaria. Además, “estaba aspirando a ser un perro socorrista y pertenecer al selecto grupo de K-zar”.

“Mi perro me acompañaba a actividades dentro de la sede, en ese momento de mi vida tenía un proceso de monitoreo con INPRE (infantiles y prejuveniles) y eran los mismos niños de mi grupo quién me ayudaban y cuidaban al perro”, afirma.

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Tras su desaparición, Stephanía no solo emprendió una incesante búsqueda de Póker, sino que jamás dejó de recordar a su amigo fiel, las enseñanzas que le dio, “cómo tenía que pedir permiso para ir al baño y su particular forma de mover la cola”, además de su actitud siempre enérgica.

“De pequeño, se le robaba las papas a mi mamá de la cocina y se incomodaba mucho cuando alguien entraba a mi cuarto y yo no estaba. Cómo subía con él al cerro y hacía caminatas junto a los niños de Cruz Roja, de que estuvo conmigo en varios campamentos”, recuerda.

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Después de dos años de buscarlo, Stephanía señala que, en 2015, una página de mascotas de Cali hizo una publicación sobre un perrito que deambulaba en el barrio Santa Elena y que, para ella, era Póker. Con la ilusión de recuperarlo, se desplazó a ese sector del oriente de la capital del Valle del Cauca.

“Fuimos al lugar, nos dijeron que le habían dado agua, pero que el animalito se había parado y se había ido. No pudimos encontrarlo”, anota.

Las labores para hallar nuevamente a Póker no se detuvieron, la fe seguía intacta. Fue así como, el pasado 22 de febrero de 2020, Stephanía recibió una llamada de una prima, quien le habló sobre una nueva publicación en Facebook donde un joven pedía ayuda para atender a un perro callejero.

“Me explicó que ese podría ser Póker, se parecía, era muy similar a él. El caso es que llamé al número, pedí ir a verlo y después de compartir un rato me di cuenta que de verdad era el animal que había criado desde cachorrito”, asegura.

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En ese momento, ella junto con Benjamín, el joven que lo encontró, sacaron a pasear al perrito y, allí, una vez más, verificó que se trataba de Póker, pues tenía el comportamiento activo que lo caracterizaba, se dejaba meter los dedos a la boca y tenía el paladar rosado con negro, otra de sus particularidades.

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“Llegamos al acuerdo de que él lo tuviera unos días más, ya que en mi casa, una vivienda alquilada en el sur de Cali, no me dejaban tener más animales, ya que tengo una perrita (Candelaria) y un gato (Manchas)”, explica.

Según Stephanía, Benjamín le había puesto Rex luego de que él y su papá vieron al animalito postrado sobre un árbol ubicado diagonal a su casa en el barrio Santa Elena.

“Estaba lastimado, sus huellas le sangraban y aparentemente había sido atropellado, estaba muy pelado, sin pelo en su parte baja del cuerpo, las piernas y el estómago. Me cuenta que estaba en los huesos y muy chupado, vomitaba y le costaba levantarse”, indica la joven.

No obstante y pese a que no contaban con dinero suficiente para los gastos del tratamiento con un veterinario, Benjamín y su papá recurrieron a “ayudas caseras" para sanar a Póker, quien presentaba sarna y estaba lleno de garrapatas.

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“Yo, sin importar olor, garrapatas y nada de esas vainas, lo abrazaba y sólo lloraba”, comenta Stephanía en medio de la satisfacción por haberse reencontrado con su peludito incondicional.

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Después de permanecer unos días con casa de Benjamín y su padre, Stephanía no aguantó más y decidió llevarse a Póker al seno de su hogar, por encima de cualquier regaño del que pudiera ser objeto, al tratarse de un inmueble arrendado donde no le permiten más animales.

“Póker ahora está en mi casa, a pesar de los años, no ha cambiado sus hábitos, sigue raspando la puerta cuando quiere ir al baño y sonríe con ese paladar manchado que me hacía feliz ver cuando era más jovencito”, dice la joven.

Stephanía, quien cursó hasta séptimo semestre de Publicidad y trabaja como asesora de una reconocida marca de ropa deportiva caleña, dice que su mascota está comiendo bien y que sigue brindándole el tratamiento casero para curar su piel.

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Y mientras logra encontrar una nueva casa donde pueda vivir con su mamá y sus mascotas, además de que se ajuste a su presupuesto, esta impetuosa joven también busca ayuda para esterilizar a Póker y hallarle un hogar de paso al peludito, de quien no quiere volver a separarse jamás.

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