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Omaira Sánchez tenía 13 años cuando fue sorprendida junto a su familia por la avalancha de Armero, en Tolima, hace 40 años. La niña, enterrada casi hasta el cuello entre el lodo y los escombros, se convirtió en símbolo de la tragedia del pueblo, en cuyas ruinas sobresale una escultura suya, rodeada de centenares de placas de agradecimiento y transformada en objeto de culto popular.
El país y el mundo vieron con dolor cómo socorristas y sobrevivientes trabajando con las uñas, porque no había otros medios, trataban de rescatar a personas que habían quedado atrapadas, la mayoría de ellas irreconocibles por la hinchazón causada por el lodo tostado por el sol que hasta les desdibujaba la forma humana.
Entre esas personas que quedaron vivas a pesar de haber sido sepultadas por la avalancha estaba Omaira, una niña de ojos negros y cabello corto ensortijado cuya vida se extinguió lentamente ante la mirada del mundo.
Leonardo Hernández, coordinador de emergencias para América Latina de la Organización Panamericana de la Salud, fue uno de los rescatistas que intentó salvar a la menor de edad y el último en verla con vida.
En su diálogo con Noticias Caracol en vivo recordó cómo veía desde el helicóptero “esa cantidad de gente en el lodo, pidiendo auxilio”, reconociendo que “no teníamos idea de la magnitud del evento hasta llegar al sitio”. (Lea también: Duro relato de hombre que perdió a su esposa en Armero: "Estábamos peleados, no pude salvarla")
Leonardo contó que fue un día después de haber llegado a Amero que “la Fuerza Aérea escuchó que alguien golpeaba unas latas de zinc y bajo de esas latas estaba Omaira”.
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Ella “estaba en sitio inundado hasta el pecho, atrapada en sus extremidades a las cuales ni siquiera lográbamos tener acceso porque había objetos de construcción aprisionándola y además de eso, cadáveres y lodo que no nos permitía acceder a sus miembros inferiores. La niña estaba absolutamente consciente, además tenía una inteligencia emocional impresionante que inmediatamente nos conectó”.
Narró que Omaira Sánchez “no sentía sus piernas, nosotros le colocamos una viga donde ella apoyaba las manos, pero el lodo y el agua le daba en ocasiones al nivel de los hombros. Nos metimos al lodo para tratar de remover los cadáveres y escombros que la estaban aprisionando, pero eran demasiados y no había puntos de apoyo, estábamos solo con caminos de costales de café y latas de zinc como haciendo un puente para llegar al sitio. Imagínense un patio que es un cuadrado y se ha roto, y ella está dentro de esa estructura y esa estructura la aprisiona y queda en el lodo desde la cintura para abajo, y el lodo empieza a subir”.
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Sostuvo que “no teníamos cómo evacuar todo el líquido de ese sitio y tener acceso visual a los objetos, tratamos de amarrarlos con helicópteros para jalarlos, a ella misma, pero le hubiéramos hecho daño”.
No obstante, afirmó que siempre tuvieron la esperanza de rescatarla con vida, “nos fuimos rotando para no dejarla sola y hacíamos otros rescates y volvíamos y en la noche estábamos permanentemente con ella”.
“Lo más llamativo era su actitud ante la vida y su comprensión de la dificultad que teníamos para rescatarla por las dificultades del terreno y nos decía ‘vayan y saquen otros que está más fácil’, porque se escuchaban los gritos de las personas pidiendo auxilio y ella misma decía ‘saquen a los que está más fácil y luego vienen por mí’”.
"Mamá, si me escuchas, yo creo que sí, reza para que yo pueda caminar y esta gente me ayude... Mami, te quiere mucho mi papi, mi hermano y yo... Adiós, madre", fueron las conmovedoras palabras con las que se despidió a través de la televisión la niña de 13 años.
El sábado 16 de noviembre, tras permanecer más de 60 horas entre el lodo, Omaira “colapsó. Ella empezó a tener problemas, seguramente por aplastamiento de sus miembros y el daño muscular que tenía, y el daño muscular que tenía estaba matizándose”, relató el rescatista Hernández.
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Entonces, admitió el socorrista, se dieron cuenta “de que era casi imposible sacarla con lo que teníamos hace 40 años. (…) Sin embargo guardábamos la esperanza de ganar tiempo. Ella hace un paro cardiaco, tratamos de reanimarla, pero desafortunadamente no sale de la reanimación y decidimos no continuar”.
Ese sábado, contó, tuvieron que seguir con sus labores porque había amenazas de nuevas avalanchas, otros pacientes atrapados que tenían que tratar de sacar y que pudieron rescatar. (Lea también: Emotivo reencuentro: médico abrazó a niña que trajo al mundo en medio de tragedia de Armero)
“Armero nos cambió la vida a muchos”, dijo Leonardo Hernández, quien después de la tragedia abandonó la veterinaria y estudió medicina.
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Asimismo, describió a Omaira Sánchez como una niña llena de “generosidad, un ser lindo. No es por halagar al que se fue, pero realmente era diferente y muchos periodistas fueron testigos de eso. Era un ser especial, nos decía que fuéramos a descansar, pedía alguna galleta para comer, no dejó de ser quien era en medio de esas circunstancias y con una capacidad impresionante de entender ese entorno y su realidad”.
La niña fue “un gran ejemplo del corazón y del tesón de la gente de Armero”, finalizó.
Según testigos, el cuerpo de Omaira, con autorización de su madre, que sobrevivió a la tragedia de Amero, fue cubierto con escombros y cuando el lodo se solidificó, su tumba se convirtió en una especie de santuario y lugar de visitación de quienes van a las ruinas.
En el lugar, además de la escultura, una cruz parcialmente tapada por las placas de granito, flores, fotografías y juguetes, y una lápida decorada con pinturas de ángeles recuerdan que Omaira nació el 28 de agosto de 1972 y murió el 16 de noviembre de 1985.
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NOTICIAS CARACOL
*CON INFORMACIÓN DE AGENCIA EFE