En medio del conflicto perdió cuatro seres queridos: su padre, su primer esposo y dos hijos. Pese a todo, se reconcilió con los asesinos y hasta los curó.
Lea aquí su testimonio completo:
“Cuando tenía seis años, la guerrilla y los paramilitares aún no habían llegado a mi pueblo, San Carlos Antioquia. Aun así, mi padre fue asesinado.
Años más tarde pude cuidar al asesino quien ese momento se encontraba enfermo, anciano y abandonado.
Publicidad
Cuando mi hija tenía dos años asesinaron a mi primer esposo. En seguida entre á trabajar a las inspecciones de Policía, pero a ellas tuve que renunciar por las amenazas de guerrillas y paramilitares que ya se habían asentado en la zona.
Con grandes esfuerzos logré establecer una piñatería, una juguetería, pero allí continuaron las extorsiones de los mismos grupos, guerrilla y paramilitares. Recurrí a regalar toda la mercancía.
Publicidad
En el año 2001 los paramilitares desaparecieron a mi hija Sandra Paola. Emprendí su búsqueda, pero encontré el cadáver solo después de haberla llorado por siete años. Todo este sufrimiento me hizo más sensible frente al dolor ajeno y a partir del año 2004 vengo acompañando y trabajando con familias víctimas de la desaparición forzada y en condición de desplazamiento.
Pero no todo estaba aún cumplido. En el año 2005 el bloque Héroes de Granada de los paramilitares asesinó a Jorge Aníbal, mi hijo menor.
Tres días después de haberlo sepultado atendí herido a un jovencito y lo puse a descansar en la misma casa que había pertenecido a Jorge Aníbal. Al salir de la casa este joven vio las fotos y reaccionó contándonos que él hacía aparte de ese grupo y era uno de sus asesinos. Además, nos narraba cómo lo habían torturado antes de darle muerte.
Doy gracias a Dios que con la ayuda de mamita María me dio la fuerza de servirle sin causarle ningún daño a pesar de mi indecible dolor.
Publicidad
Ahora coloco este dolor y sufrimiento de las miles de víctimas de Colombia a los pies de Jesús, del Jesús crucificado para que lo una al suyo y a través de la plegaria de su santidad sea transformado en bendiciones y en capacidad de perdón para romper el ciclo de violencia que en las últimas cinco décadas ha sufrido Colombia.
Como signo de esa ofrenda de dolor depongo hoy a los pies del Cristo de Bojayá la camisa que mi hija Sandra Paola, desparecida, había reglado a mi hijo Jorge Aníbal asesinado por paramilitares. que la conservamos en familia como auspicio de que todo esto nunca más vaya jamás a ocurrir. Y que la paz triunfe en Colombia.
Publicidad
Dios bendiga todos los proyectos humanitarios, educativos y productivos, porque son indispensables para crear condiciones que generen esta tan anhelada paz. Que Dios transforme los corazones de quienes se niegan a creer que con Cristo todo puede cambiar y aún no tienen la esperanza de que Colombia puede ser un país en paz y más solidario”.