Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Indiscutiblemente, la novena de Navidad es una de las tradiciones más importantes de Colombia. Durante estas jornadas, las personas comparten la unión propia de estas fechas en empresas, instituciones y, por supuesto, en los hogares, acompañadas de la música, la oración, los villancicos y la gastronomía típica que marcan el espíritu decembrino. Año tras año, del 16 al 24 de diciembre, esta práctica se convierte en un punto de encuentro que trasciende generaciones y refuerza los lazos familiares y comunitarios.
Sin embargo, aunque la novena forma parte del paisaje cotidiano de la Navidad colombiana, poco se habla sobre su origen y su significado profundo. De dónde surge este texto que hoy se reza casi de memoria, por qué se realiza durante nueve días consecutivos. Para resolver estas inquietudes, Noticias Caracol habló con el padre Jairo de Jesús Ramírez, director del Departamento de Liturgia de la Conferencia Episcopal de Colombia, quien explicó los pormenores históricos, espirituales y pastorales que rodean esta costumbre profundamente arraigada en el país.
De acuerdo con el sacerdote, la novena tiene raíces mucho más profundas de lo que suele pensarse. “La novena tiene un origen profundamente catequético y pastoral; el texto base fue escrito en el siglo XVIII por fray Fernando Larrea, con el objetivo de acercar al pueblo sencillo al misterio del nacimiento de Jesús”, explicó. Según indicó, este texto surge en una época en la que muchas personas no tenían fácil acceso a la Eucaristía ni a una formación religiosa constante, por lo que la novena se convirtió en una herramienta pedagógica para transmitir la fe.
El autor de la Novena de Navidad fue el místico y lingüista franciscano Fernando de Jesús Larrea, nacido en Quito en el año 1700 y fallecido en Cali el 3 de noviembre de 1773. Ingresó muy joven a la vida religiosa y se destacó como predicador, misionero y formador en distintas regiones del actual territorio colombiano. Desde 1742 recorrió zonas como el Valle del Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Santander y Tolima, y fundó en 1757 el Colegio de Misiones de San Joaquín de Cali.
Además de la célebre novena y de acuerdo con La Red Cultural del Banco de la República, fray Fernando es reconocido como autor de un vocabulario de la lengua general de los pueblos indígenas del Putumayo y el Caquetá, lo que evidencia su interés por la comunicación y la evangelización cercana a las comunidades.
El texto original de la novena fue obsequiado por el fraile a doña María Clemencia Gertrudis de Jesús Cayzedo Vélez, una mujer profundamente comprometida con la educación y la espiritualidad de la juventud femenina en Bogotá. Aunque el manuscrito original se encuentra extraviado, se sabe que la primera edición impresa apareció en Lima en 1788 y llegó a la capital colombiana a comienzos del siglo XIX.
Con el paso del tiempo, la novena fue tomando la forma que hoy conocen millones de colombianos. A comienzos del siglo XX, la religiosa clarisa Madre María Ignacia, cuyo nombre de nacimiento era Bertilda Samper Acosta, fue la encargada de actualizar el lenguaje del texto y de incorporar los gozos, hoy en día es uno de los momentos más esperados, especialmente por los niños.
Publicidad
“La versión más difundida fue aprobada en 1910 por el arzobispo de Bogotá, monseñor Bernardo Herrera Restrepo, y desde entonces la novena se consolidó como una de las expresiones más queridas de la piedad navideña en el país”, señaló el padre Ramírez. Desde esa fecha, el texto se convirtió en un referente espiritual que se ha transmitido de generación en generación, conservando su esencia original.
Más allá de la tradición, la novena tiene un profundo sentido simbólico. Según explicó el sacerdote, “en el sentido espiritual, es un camino de espera y preparación interior”. El número nueve, dentro de la tradición cristiana, no es casual. “En la tradición cristiana expresa perseverancia, perseverancia en la oración y maduración del corazón, por lo que tiene un significado simbólico principalmente ligado a la plenitud que culmina, al tiempo de gestación espiritual y a la preparación para una acción decisiva de Dios”.
De esta manera, los nueve días no representan simplemente una cuenta regresiva hacia la Navidad, sino un proceso interior que invita a la reflexión y a la apertura espiritual. “El nueve no es un número matemático, sino profundamente teológico y simbólico, como ocurre con muchos números bíblicos. En el caso de la novena de Navidad, estos días nos ayudan a disponernos para acoger a Cristo que viene, no solo en el pesebre, sino en la vida concreta de cada persona y de cada familia”, agregó.
Publicidad
Con el paso de los años, la novena también se transformó en un evento social que reúne a vecinos, compañeros de trabajo y familias enteras. Frente a esto, la Iglesia mantiene una postura clara. “Valora positivamente este encuentro siempre y cuando no se pierda el centro, que es Jesucristo. La fe cristiana no se separa definitivamente de la vida cotidiana de las personas”, explicó el padre Ramírez.
Compartir, cantar, reencontrarse y celebrar juntos también hacen parte de una fe viva y encarnada en la realidad. “El desafío es que la convivencia y la alegría nazcan de la oración y produzcan una mayor fraternidad”, concluyó.
Así, la novena de Navidad no solo es una tradición que anuncia la llegada del Niño Dios, sino un espacio de encuentro espiritual, histórico y cultural que sigue dando sentido a la Navidad colombiana, recordando que, más allá de los rituales, su esencia está en la preparación interior y en la construcción de comunidad.
HEIDY ALEJANDRA CARREÑO BELTRAN
NOTICIAS CARACOL