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Julián Eduardo Cifuentes Gómez abordó la camioneta del padre Darío Valencia Uribe a la salida de la parroquia Nuestra Señora, el Perpetuo Socorro, en Pereira, el pasado 25 de abril del 2024. Según la investigación, el encuentro se habría pactado para concertar el pago de 30 millones de pesos por la compra de ese vehículo.
Mientras se transportaban en el vehículo, el sacerdote estacionó la camioneta y sostenía una conversación con Cifuentes Gómez. Aprovechando que la víctima se encontraba reposando en el timón, Cifuentes Gómez, de forma consciente y voluntaria, le propinó cuatro disparos por la espalda. El asesino utilizó un arma de fuego tipo pistola semiautomático calibre 7.65mm, informó la Fiscalía.
Posteriormente, el agresor, buscando evitar que fuera localizado por las autoridades, llevó el cuerpo del sacerdote y lo arrojó a un abismo de 40 metros en una zona rural de Belalcázar, Caldas.
Para intentar borrar las pruebas del homicidio, Cifuentes Gómez se dirigió a un lavadero de carros en Viterbo, en Caldas, para eliminar manchas de sangre y otras evidencias del automotor. Allí, fuentes de la Fiscalía dijeron que llegó conduciendo el vehículo, estaba con la ropa empantanada y con guantes de color azul. La camioneta estaba completamente sucia, como si hubiera atravesado un pantano. En la silla trasera se veían los rastros de sangre y pidió herramienta para retirar la silla del carro. "Había tres vainillas de arma de fuego debajo del asiento del conductor y dos pistolas color negro, una de ellas Julián se la regaló a quien realizaba la limpieza", dijo la Fiscalía.
Tan solo cuatro días después del crimen, el 29 de abril de 2024, el señalado agresor escapó de Colombia hacia Francia, intentando evadir la acción de las autoridades.
Aunque el confeso asesino nunca reveló el motivo explícito del asesinato, la Fiscalía General de la Nación señaló que la causa del crimen fue de naturaleza económica y de aprovechamiento. Las autoridades plantearon que la intención de Cifuentes Gómez era no pagarle al sacerdote los 30 millones de pesos pactados por la venta de una camioneta. Uno de los amigos del sacerdote señaló que quizá también quería quedarse con otra de las camionetas del padre Darío.
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El crimen derivaba también en la intención de Cifuentes Gómez de quedarse con otra camioneta que el padre Darío había adquirido recientemente a un amigo. Para la Fiscalía, el victimario se aprovechó de que el padre Valencia Uribe se encontraba en un estado de indefensión al momento de causarle la muerte, usando además la ventaja de su cercanía como amigo.
La desaparición del sacerdote mantuvo en vilo a la comunidad. Las investigaciones se pusieron en marcha por parte de la Fiscalía, a través del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) y el Gaula de la Policía Nacional.
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Lo primero que se encontró fue el vehículo que se estaba vendiendo, donde se hallaron impactos de bala y rastros de sangre del sacerdote. Las pruebas (incluyendo videos) señalaron a Julián Eduardo Cifuentes Gómez como la última persona vista con la víctima. Ese fue el cabo suelto que dejó en su plan criminal, además de dejar sus huellas y evidencias en el parqueadero a donde llevó el vehículo.
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Debido a que el señalado agresor había huido a Francia, se tramitó una notificación roja de Interpol, que permitió localizarlo y capturarlo en el aeropuerto de París. Con pruebas e indicaciones proporcionadas por el propio Cifuentes Gómez durante su confesión, el cuerpo del sacerdote pudo ser ubicado en septiembre de 2024. Sus restos óseos fueron hallados en la zona rural de Belalcázar, Caldas, donde había sido arrojado.
El señalado agresor fue extraditado a Colombia y, a su llegada al aeropuerto El Dorado de Bogotá, fue capturado. Un fiscal especializado de la Seccional Risaralda presentó a Julián Eduardo Cifuentes Gómez ante un juez de control de garantías. Se le imputaron los delitos de homicidio agravado; fabricación, tráfico, porte o tenencia de armas de fuego, accesorios, partes o municiones; y ocultamiento, alteración o destrucción de elemento material probatorio.
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En la audiencia, el procesado aceptó los cargos en su contra. El confeso asesino se encuentra en Bogotá esperando la condena. "A uno le duele que una persona como el padre Darío sea asesinado vilmente", dijo uno de sus amigos.
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