El pequeño no paraba de llorar, pero su hermano menor logró acabar con el sufrimiento de la manera más divertida posible.
Los padres del niño habían montado todo un operativo para extraer la pieza: un hilo sujetaba el diente flojo, mientras el otro extremo estaba amarrado a la manilla de una puerta entreabierta.
El problema es que, antes de poner el plan en marcha, los nervios se apoderaron del pequeño que empezó a llorar sin consuelo..
Cuando la familia estaba a punto de abortar la misión, un movimiento simple del hermano menor le dio un giro definitivo a esta historia.
“Sin querer queriendo”, el niño golpeó el hilo con un palo de goma y resolvió la situación. El diente de leche cayó antes de que su hermano mayor pudiera darse cuenta. Las lágrimas se convirtieron en sonrisas.
Ahora sí, que venga el ratón Pérez por lo suyo.
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