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Ser quien realmente eres no siempre es un camino fácil. Para las gemelas Gabriela y Emma Espinosa, ser mujeres no era solo un anhelo, sino una fuerza vital que las ha definido desde siempre. Su búsqueda de identidad implicó enfrentar un mundo lleno de obstáculos, estigmas y desafíos legales y médicos. Desde pequeñas, supieron que no encajaban en el rol de género que la sociedad esperaba de ellas y, con el tiempo, asumieron con valentía su transición a mujeres trans, apoyándose mutuamente en cada paso de su proceso.
Crecieron en el barrio Villa Helena, en Ciudad Bolívar, Bogotá. Durante su infancia, ambas enfrentaron burlas y discriminación, mientras lidiaban con la dolorosa desaparición de su padre a los ocho años. Ante esta situación, su madre asumió toda la responsabilidad de su crianza, convirtiéndose en su principal apoyo.
“Nosotras siempre fuimos muy afeminadas, a veces nos molestaban”, contó Emma en Los Informantes. La unión entre las gemelas ha sido su fuerza vital y su refugio frente a una sociedad que, en muchos casos, no las comprendía ni las aceptaba.
Tantos ataques y burlas a su alrededor las hicieron aún más unidas, hasta el punto de desarrollar un sistema propio para comunicarse sin palabras. Cuando tenían 12 años, ambas finalmente se confesaron mutuamente que no sentían atracción por las mujeres y, además, reconocieron que siempre habían deseado vivir plenamente como mujeres.
Desde pequeñas, las gemelas también mostraron una profunda espiritualidad, realizando rituales para cumplir su tan anhelado sueño. “Durábamos una o dos horas. Nos arrodillábamos frente a la pared y comenzábamos a orar y rezar. Le pedíamos a Dios o a los santos que nos volvieran mujeres”, reveló Emma.
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Disimular se volvió cada vez más difícil y, finalmente, según ellas, decidieron salir del clóset por primera vez. Sin embargo, consideran que lo hicieron en dos momentos: primero para declarar que eran hombres gay y, más adelante, para revelar al mundo que eran mujeres trans.
“Mi mamá y mi hermana nos cogen y nos preguntan que si nos gustaban hombres y nosotros les decimos y pues ellas se ponen muy mal. Mi mamá nos lleva a psicólogo para tratar de cambiar”, recordaron.
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Poco a poco, su madre comenzó a aceptarlas, aunque el camino no fue nada fácil. Gabriela atravesó un episodio muy difícil cuando intentó quitarse la vida, justo en un momento en que Emma se había ido a vivir a otra ciudad.
Tras ese duro episodio, Gabriela comenzó a ver su vida y su pasado desde otra perspectiva. Nunca se había identificado con el sexo asignado al nacer y rechazaba las expectativas que la sociedad imponía sobre ella únicamente por haber nacido como un niño.
Ambas decidieron iniciar su proceso de transición, una decisión que su madre apoyó incondicionalmente: “Ella me dijo: ‘Amor, la decisión que tú tomes, yo voy a estar ahí para apoyar’. Ella como que también prefiere tener una hija viva trans a un hijo muerto”, dijo Gabriela.
El camino hacia la transición implicó enfrentar retos legales, médicos y sociales. En Colombia, las personas trans tienen derecho a acompañamiento psicológico, hormonal y quirúrgico, pero los procesos no siempre son sencillos.
Las gemelas enfrentaron citas médicas complicadas, en las que en ocasiones los profesionales parecían ignorar sus necesidades y las exponían innecesariamente. Además, en muchos casos, los médicos carecían del conocimiento necesario para atender adecuadamente a personas trans.
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"Hemos tenido citas médicas donde yo entro y casi que me quitan toda mi ropa y hay 10 personas literalmente en mi cita médica, pasantes y doctores que cuentan nuestro caso a otros pacientes y se burlan”, explicó Gabriela.
Esa falta de comunicación con los médicos comienza incluso desde la forma en que se refieren a su proceso de transición. Además, el proceso de transición es individual y continuo. “Todo el tiempo estamos en transición, porque eso es mentira de que todas las personas trans tienen un ideal. En el paso del tiempo yo voy descubriendo si quiero operarme los senos, si no quiero operarme, si quiero tomar hormonas o no quiero tomar”, agregó Emma.
El entorno afectivo suele ser bastante complicado para ellas, según comentaron. También han enfrentado desafíos constantes en el ámbito laboral. A pesar de su profesionalismo, en múltiples ocasiones fueron rechazadas en entrevistas de trabajo o discriminadas por su identidad de género.
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“Íbamos a entrevistas como de marcas de ropa en donde veíamos que entraban personas muy femeninas, pero nosotras no por ser mujeres trans y nos rechazaban”, reveló Gabriela.
Frente a este tipo de situaciones, la comunidad LGBTIQ+ impulsa la Ley Integral Trans, un proyecto legislativo que busca garantizar la igualdad y la plena participación de las personas trans y no binarias en la sociedad.
Según el Centro de Estudios Económicos de Colombia, ANIF, las cifras de ocupación laboral de las personas LGBTQ+ han mostrado mejoras, especialmente después de la pandemia. Sin embargo, el informe advierte que la tasa de desocupación de esta comunidad sigue siendo más alta en comparación con el promedio nacional, evidenciando que aún existen desafíos importantes en materia de inclusión laboral.
El riesgo de violencia es una constante para las personas trans. Solo el año pasado, 361 personas trans fueron asesinadas en Colombia, casi una cada 24 horas. A pesar de los múltiples desafíos, Emma y Gabriela saben que eligieron el único camino que les permite ser verdaderamente felices y con el que esperan ayudar a miles personas más que quieran realizar su transición.
Las gemelas Espinosa representan un ejemplo de resistencia, amor propio y lucha. Su historia demuestra que, incluso en un contexto adverso, la identidad y la autenticidad son fuerzas poderosas capaces de transformar vidas y desafiar barreras sociales.