
Durante dos décadas, Nikita Sterling creyó que las migrañas eran parte de su vida adulta. Desde los 18 años, los episodios aparecían de forma aleatoria, un par de veces al año, acompañados de destellos visuales y dolores de cabeza intensos. Nada que la obligara a detener su rutina. Sin embargo, lo que ella interpretaba como simples migrañas escondía una verdad alarmante: un tumor cerebral que, según los médicos, pudo haber estado creciendo en su cabeza durante 20 años.
Actualmente, la profesora de psicología de secundaria en Medway, Kent (Reino Unido), cuenta su historia como testimonio de la importancia de escuchar al cuerpo y no normalizar síntomas persistentes.
¿Cómo descubrió que tenía un tumor cerebral?
La vida de Nikita cambió en octubre de 2024, cuando las migrañas dejaron de ser algo ocasional y comenzaron a repetirse cada tres semanas. El dolor era distinto, más intenso, acompañado por una sensación de presión insoportable. “Sentía como si alguien me estuviera llenando la cabeza de agua”, relató.
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La situación se agravó cuando, en medio de una reunión de padres en el colegio, perdió súbitamente la capacidad de hablar. “No podía pensar en las palabras que necesitaba decir. Fue realmente vergonzoso”, recuerda. A medida que pasaban los meses, los episodios se intensificaron y llegaron con desmayos, vómitos repentinos y una fatiga constante.
Su esposo, Dean, y sus dos hijos pequeños, Sebastian (8) y Florence (5), empezaron a preocuparse seriamente. A pesar del empeoramiento de los síntomas, tuvo dificultades para conseguir una cita médica. Fue gracias al seguro laboral de su esposo que pudo acceder a un médico privado en febrero de 2025 y, posteriormente, a un neurólogo. Sin embargo, la cita más próxima estaba programada para mayo.
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Resignada, pensó que podría resistir hasta entonces. Pero la insistencia de su hermana fue decisiva: le sugirió pagar de forma privada una resonancia magnética que costaba 400 libras esterlinas. "Por suerte, pude pagarlo, pero pienso en toda la gente que no puede permitírselo”, reflexiona Nikita.
El resultado de la resonancia fue devastador. Una gran masa ocupaba parte de su lóbulo frontal. Horas después, ya estaba en urgencias. El tumor fue identificado como un meningioma, un tipo de tumor cerebral generalmente benigno. Aunque no es canceroso, su tamaño y la presión que ejercía en el cerebro explicaban los síntomas crecientes.
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“Me derrumbé. Había tardado tanto en llegar a este punto, y de repente tenía una respuesta. Me sorprendió lo grande que era, y la hinchazón que lo rodeaba. Fue mucho más duro para mi familia que para mí. Yo me sentía tranquila y segura, pero pienso que sería un completo desastre si hubiera sido al revés”, contó.
Así logró deshacerse del tumor
La derivaron al King’s College Hospital de Londres, donde un neurocirujano confirmó que la mejor opción era la cirugía. El procedimiento se llevó a cabo el 22 de abril, en una operación que coincidió con el cumpleaños número 40 de su esposo.
Los médicos lograron extirpar el tumor por completo en una cirugía de cuatro horas. Tras recibir el resultado definitivo —el meningioma era benigno—, Nikita experimentó un enorme alivio. “Este es el mejor resultado que pude haber tenido y me siento muy afortunada”, aseguró.
Desde entonces, su recuperación ha sido positiva. Las migrañas han desaparecido y los episodios de presión intensa en la cabeza se han reducido drásticamente. Aún enfrenta fatiga crónica, una de las secuelas más difíciles de aceptar, pero espera retomar gradualmente sus clases en septiembre.
La experiencia cambió la manera en que Nikita y su familia ven la vida. Sus hijos la acompañaron emocionalmente en todo el proceso, incluso regalándole sus ositos de peluche para que los llevara al hospital.
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En su testimonio, Nikita subraya una enseñanza que espera que otros tomen en serio: “Si tu cuerpo te da señales, no las ignores. Escúchalo. Yo tuve suerte, pero no todos la tienen”.
MARÍA PAULA GONZÁLEZ
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