En Colombia hay unas 24.000 mujeres dedicadas a este oficio que, paradójicamente, es dominado por hombres que ejercen violencia e imponen fronteras. Trabajadora sexual (TS): “A veces les cobran $100.000 o $150.000 para poder pasar allá para trabajar”. Periodista: “¿Quiénes les cobran esa plata?” TS: “Los dueños del negocio”. Eso es lo que cuenta una de las trabajadoras sobre el sitio conocido como el centro del amor, aunque en la práctica no tiene nada de romántico. Estas mujeres afirman que las fronteras en el barrio Santa Fe, en el corazón de Bogotá, son impuestas por los paramilitares y por sus mismas compañeras “para defender sus esquinas”. Adriana Lloreda, de la ONG Observatorio de Trabajo Sexual, dice que en la zona de tolerancia hay “muchas territorialidades; si en una calle se paran las mujeres transgénero no se pueden parar las mujeres cisgénero, hay unas calles dividas”. Las trabajadoras también hablan de los abusos sexuales de los cuales son víctimas: “Hace poco conocí una chica, se llama Carmen, ella fue violada hace poco por unos paramilitares que querían cobrarle una cuenta a otro paramilitar, y él para pagar la cuenta se llevó en contra de su voluntad a varias mujeres para que accedieran sexualmente a ellas”. Muchas no denuncian por miedo a ser asesinadas y recurren a lo único que creen que puede salvarlas, defenderse con sus propias manos. “Si me toca matar pues mato, así de sencillo. Tú estás acostumbrada acá, si te golpean tú tienes que golpear más duro o si no te van a venir a joder”, sostiene una de ellas. Y es que, según el magistrado Eduardo Castellanos, las trabajadoras sexuales siempre han sido objetivo de los grupos paramilitares, “muchas veces porque se les tildaba que a través de ellas se les iba a sacar información a los jefes paramilitares para vendérsela a la guerrilla, o inclusive a las Fuerzas Armadas”. De acuerdo con el Observatorio de Trabajo Sexual, el 62% de las personas dedicadas a esta actividad ha sido víctima de violencia física y el 51% de extorsión.
Algunos adolescentes consumían trago, mientras que otro fue sorprendido viendo pornografía. Padres podrían perder la custodia.
Manifestantes bloquearon calle con llantas que estaban dentro del edificio. Exigían garantías en vivienda y empleo.
“Estar parada en una esquina no es fácil, esta cicatriz que tengo me la hicieron cuatro hombres”, relata Pamela. “Somos reinas de cartón”, agrega.