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Cuarenta y ocho horas con Gustavo Petro: así se mueve en la recta final de su campaña

Noticias Caracol acompañó al candidato presidencial del Pacto Histórico a un recorrido por los santanderes. Allí se reunió con empresarios, campesinos y simpatizantes.

48 horas con Gustavo Petro

Un equipo de Noticias Caracol acompañó al candidato del Pacto Histórico, Gustavo Petro, en la recta final de su campaña y fue testigo de la forma en que se movió entre sus posibles electores, en el campo y en la ciudad, en busca de su apoyo en las urnas.

Dejó el aeropuerto El Dorado pasado el mediodía, atrás quedó la ciudad de Bogotá y en la pequeña aeronave Gustavo Petro y su escudero, el senador Alexander López, comen algo mientras planean la agenda.

El viaje es tranquilo y en un poco más de una hora llega a la ciudad de Cúcuta, Norte de Santander. Es evidente que Petro quiere arañar votos en las zonas donde su contrincante es fuerte.

La agenda es apretada y de inmediato transita por las calles de la capital nortesantandereana en medio de un impresionante operativo de seguridad, atraviesa la ciudad y llega a un sector popular donde los esperan sus seguidores.

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La visita es en una pequeña industria de zapatos. Los empresarios cucuteños han sufrido las consecuencias del cierre de la frontera y han visto como sus negocios han decaído en medio de la crisis económica. Los damnificados no ahorran palabras para describirle la crisis que viven.

La forma de hacer campaña política ha cambiado. Es un poco extraño para los empresarios que lo reciben, porque al tiempo que Petro los escucha no se despega de su celular. Cada encuentro es compartido en vivo por el candidato en las redes sociales.

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Y en esa fábrica de zapatos hechos con mano de obra colombiana, el candidato renuncia a sus famosos Ferragamo. Desde luego no tardó la respuesta para los empresarios del sector.

“Abrir la frontera, el mercado colombiano a un lado y venezolano al otro. Si logramos abrir los dos mercados, estamos hablando de 80 millones de personas y en la frontera 14 millones, pues es un mercado muy amplio”, dice.

Deja la fábrica de zapatos y se traslada a otra pequeña factoría. De nuevo, sus seguidores lo asedian y le ofrecen su apoyo. Ellos también se declaran afectados por el cierre de la frontera con Venezuela.

Petro les habla de fortalecer vías y ferrocarriles para conectar con Venezuela y poner el impuesto de renta en cero para pequeños y medianos industriales, arrinconar la hoja de coca en el Catatumbo y convertirlo en una poderosa despensa agrícola.

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Se despide de Cúcuta y sigue al departamento de Santander. La campaña tiene un ritmo frenético, cae la tarde y en la aeronave Petro intenta descansar un poco. Viaja a las entrañas del rodolfismo, su competidor en la carrera a la Presidencia.

En la noche, un aguacero intenso lo sorprende en la carretera que conduce de San Gil al municipio de Suaita. Allí lo recibe un nutrido grupo de manifestantes. Esto es sorpresivo, inclusive para el mismo candidato.

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La noche aún es joven para el recorrido programado. En las afueras del pueblo, en el corregimiento de San José de Suaita, lo espera el trapiche donde va a dormir el candidato. No sin antes conocer de primera mano las necesidades del gremio panelero de la hoya del río Suárez.

Allí Petro intenta imitar el extenuante trabajo de los campesinos, revolver las pailas hirvientes, atizar el fuego de las calderas. En esas pesadas labores, el candidato les expresa su propuesta a los paneleros.

“Una política prioritaria del Estado va a consistir en recuperar los mercados exteriores, en limitar la utilización de melazas de azúcar y proteger la producción de la panela, incluso llevándola a productos industriales como gaseosa de panela, como licores de la panela”, les dijo el senador.

Pasada la medianoche termina su agitada agenda. Y al otro día, muy temprano en la mañana, se despide de Suaita cortando caña de azúcar.

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Mejor le va en Vélez, cuando a la salida de su visita a una fábrica de bocadillos veleños, micrófono en mano, hace lo suyo; donde se siente como pez en el agua: el dominio de la plaza pública.

Más tarde, Vélez lo sorprende de nuevo y esta vez son las mujeres. En una casa bicentenaria, decenas de ellas, ataviadas con sus trajes típicos, le cuentan por qué quieren que sea su presidente.

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Acto seguido, aquellas mujeres de trajes coloridos le rinden tributo al candidato con una guabina que les sale del alma.

De regreso a la aeronave, y con las botas aún puestas, Petro y su comitiva dejan los santanderes. Regresa de nuevo al altiplano. Así concluye este viaje, pero a él todavía le quedan muchas horas de vuelo antes de la hora decisiva, la cita en las urnas.

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