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La llegada de Battlefield 6 representa uno de los intentos más ambiciosos de DICE por devolverle brillo a una franquicia que, tras los tropiezos de 2042, necesitaba con urgencia una redención. Desde su anuncio, las promesas eran grandes: combates más tácticos, mapas más dinámicos y una campaña que volviera a tener protagonismo. Sin embargo, el resultado final es una mezcla de aciertos técnicos, decisiones controvertidas y un experimento de servicio en vivo que ha dividido a la comunidad.
El lanzamiento vino acompañado de Battlefield Redsec, un modo battle royale gratuito que rápidamente se ganó elogios por su ritmo y diseño, pero que al mismo tiempo eclipsó al juego principal. Esta dualidad entre dos experiencias distintas ha generado confusión entre los jugadores, sobre todo porque muchos sienten que pagaron 70 dólares por un juego que los empuja constantemente hacia un modo gratuito.
La historia de Battlefield 6 se sitúa en el año 2028. El jugador asume el papel de varios miembros de una unidad MARSOC en medio del colapso de la OTAN ante una nueva amenaza global: PAX Armata, una organización mercenaria sin nación ni bandera. A simple vista, el planteamiento tiene potencial, pero su ejecución deja mucho que desear.
El guion abusa del tecnicismo militar, la narrativa se siente desordenada y los personajes carecen de profundidad. La comparación con Call of Duty es inevitable: Battlefield 6 intenta replicar el estilo cinematográfico de su competencia, pero termina perdiendo su propia identidad. Lo más decepcionante es su abrupto final, que deja la sensación de ser más un tutorial extendido que una campaña memorable.
A su favor, las misiones son visualmente espectaculares. En especial, aquella en la que comandas un pelotón de tanques en las afueras de El Cairo. Es puro espectáculo bélico: destrucción, caos y ese toque cinematográfico que la saga siempre supo ofrecer. Si logras desconectarte del argumento y enfocarte en la acción, hay momentos que genuinamente emocionan.
Donde Battlefield 6 realmente brilla es en su multijugador, una experiencia que, pese a sus fallos, logra capturar esa sensación de “guerra total” que define la franquicia. Las batallas son intensas, los enfrentamientos caóticos y la destrucción vuelve a ser protagonista. Cada edificio que se derrumba o pared que se rompe añade un grado de inmersión difícil de igualar.
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Las clases regresan con nuevas libertades: ahora cualquier jugador puede equipar armas sin estar restringido por su rol. Esto permite, por ejemplo, que un Recon use rifles de asalto o que un Support se defienda con un francotirador. Es una idea que divide: para algunos significa flexibilidad y dinamismo; para otros, una ruptura con la esencia táctica de Battlefield.
DICE intenta equilibrar esto con listas de juego que restringen las armas por clase, pero el modo por defecto sigue siendo el “libre”. A la larga, el sistema podría generar caos, sobre todo cuando los equipos coordinados explotan combinaciones que rompen el balance.
Uno de los puntos más debatidos es el diseño de mapas. Aunque Battlefield 6 presenta entornos urbanos y naturales visualmente impresionantes, muchos se sienten demasiado pequeños o mal estructurados. Mapas como Manhattan Bridge tienen puntos de aparición frustrantes, y las zonas de combate tienden a convertirse en embudos de fuego constante.
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Comparado con los clásicos escenarios amplios de Battlefield 1 o Battlefield 4, aquí hay menos espacio para la estrategia y más para el frenesí. El ritmo es vertiginoso, con tiroteos casi constantes, lo que puede atraer a jugadores acostumbrados al estilo Call of Duty, pero alejar a los fanáticos tradicionales del realismo táctico.
Aun así, hay momentos que recuerdan por qué esta saga sigue viva: defender un edificio bajo una lluvia de explosivos, mantener un punto con tu escuadrón mientras todo a tu alrededor se desmorona, o planear un asalto coordinado con vehículos. Son instantes donde Battlefield 6 logra ese equilibrio perfecto entre caos y control.
El lanzamiento simultáneo de Redsec, su modo battle royale, introdujo una nueva polémica. Aunque el modo gratuito ha sido bien recibido, muchos sienten que Battlefield 6 está subordinado a su éxito. Los menús del juego empujan constantemente hacia Redsec, los desafíos semanales solo pueden completarse allí, y el juego principal se ve invadido por anuncios del battle pass.
Para quienes pagaron por la experiencia completa, esto se siente como una traición. Redsec ofrece mecánicas que incluso el juego base no tiene, como guerra naval y edificios completamente destructibles, lo que agrava la sensación de desequilibrio.
En esencia, DICE está intentando manejar dos juegos distintos bajo un mismo techo, y esa estrategia no está funcionando del todo. El resultado es una comunidad dividida y una recepción mixta en Steam, donde miles de reseñas negativas han bajado la calificación a “Mixed”.
En el apartado técnico, Battlefield 6 cumple con creces. Los gráficos son impresionantes, con texturas detalladas, animaciones fluidas y una iluminación que realza cada explosión. El rendimiento es sólido en PC y consolas de nueva generación, aunque las versiones estándar muestran caídas ocasionales de cuadros en partidas masivas.
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El sonido es, como siempre, un espectáculo. Cada bala, explosión o vehículo tiene un peso auditivo que refuerza la inmersión. Los cascos retumban cuando un tanque pasa cerca o cuando un helicóptero sobrevuela tu posición. En este aspecto, Battlefield 6 sigue siendo un referente.
Lo que sí decepciona es la ausencia de servidores dedicados. DICE decidió eliminarlos, dejando a los jugadores con servidores “persistentes” que se eliminan tras siete días sin actividad. Aunque el modo Portal permite crear partidas personalizadas, no reemplaza la estabilidad ni el sentido de comunidad que daban los servidores clásicos.
La jugabilidad de Battlefield 6 se siente afinada y precisa. El movimiento es fluido, sin los errores de colisión que plagaban a 2042. Saltar por ventanas, deslizarse, escalar y destruir el entorno es natural y satisfactorio.
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Las armas, por su parte, son una joya. El nivel de personalización es extenso y el gunplay transmite peso, retroceso y respuesta. Cada arma tiene identidad, y el M277, reinterpretación del clásico M7, es un claro ejemplo de la atención al detalle. Los amantes de los shooters notarán rápidamente lo bien calibrado que está el sistema de disparo.
Aunque la inteligencia artificial de los bots es bastante limitada, el modo multijugador brilla con jugadores reales. Durante las pruebas, las partidas grandes —con vehículos, jets, tanques y helicópteros— ofrecieron esa dosis de caos controlado que los fans esperaban desde hace años.
Battlefield 6 es un juego contradictorio. Tiene una base sólida, una jugabilidad excelente y un apartado técnico impecable, pero sufre por decisiones de diseño que afectan su identidad. La ausencia de servidores dedicados, el forzamiento hacia Redsec y el enfoque excesivo en monetización empañan lo que de otro modo sería un regreso triunfal.
Sin embargo, cuando todo encaja —cuando los jugadores coordinan, los tanques rugen y los edificios se vienen abajo— Battlefield 6 recuerda por qué la franquicia sigue siendo especial. Es una entrega que brilla en su núcleo, pero necesita urgentemente reencontrar su propósito entre la guerra tradicional y el servicio en vivo.
Para los fanáticos del caos bélico, vale la pena probarlo. Pero para quienes buscan una experiencia táctica y consistente, tal vez sea mejor esperar a que DICE ajuste su puntería.
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