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El miércoles 6 de noviembre de 1985, una mañana lluviosa cubría Bogotá. Apenas unos días antes, se había retirado el reforzamiento de la seguridad que acompañó la reciente visita del presidente francés François Mitterrand a Colombia. Este detalle, aparentemente menor, sería un presagio mortal de la tragedia que estaba por desatarse en la Plaza de Bolívar.
(Lea también: El presidente de la Corte Suprema habla de la toma del Palacio de Justicia hace 40 años).
Aproximadamente a las 10 de la mañana, el doctor Carlos Julio Betancur Jaramillo, entonces Presidente del Consejo de Estado, llegó al Palacio de Justicia y se dirigió a la cafetería ubicada en el segundo piso, acompañado de su amigo Gaspar Caballero. Fue en ese momento de rutina matutina cuando la falta de vigilancia se hizo palpable. Betancur Jaramillo recuerda el comentario que marcó el inicio del horror.
“Llegando a la cafetería me dice Gaspar: 'Carlos, ¿te diste cuenta que quitaron la guardia?' (...) Teníamos toda la vigilancia del mundo, pero como nosotros no éramos muy importantes nos dejaron a la deriva”, comentó. Sus palabras se convirtieron en una premonición antes de que pudiera tomar el primer sorbo de café.
El Palacio de Justicia, una mole de concreto gris construida en 1979 que se erigía sobre el costado norte de la Plaza de Bolívar, tenía cuatro pisos con salones amplios y largos pasillos. Contaba con solo dos accesos principales: una gran puerta de acero reforzado hacia la Plaza y, en la parte posterior sobre la Carrera Octava, el ingreso a los sótanos que servían como parqueaderos. Este edificio pronto se convertiría en un laberinto y una trampa mortal durante las 28 horas que duró la toma y retoma a sangre y fuego.
Poco después de llegar a la cafetería, la normalidad se rompió: “Oímos los primeros tiros, pero no sabían de dónde venían”. Guerrilleros del M-19 se tomaron el Palacio de Justicia, liderados por el jefe político Andrés Almarales y el comandante del operativo Luis Otero, superando los 35 insurgentes.
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El magistrado Betancur Jaramillo atribuye su supervivencia a su ubicación: “Yo digo que una de las de las circunstancias que me permitieron que no me pasara a mí nada era que yo estaba en un sitio que ellos no estaban buscando. Ellos estaban buscando a la gente de la Corte”.
Efectivamente, la toma no fue casual. Los días previos habían sido tensos para las Altas Cortes debido al aumento de amenazas del Cartel de Medellín. El M-19 irrumpió en un momento crucial: “La Corte tenía en el orden del día una cosa supremamente importante que era la ley de extradición”, dijo el magistrado.
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Posteriormente, la hipótesis de una alianza entre Pablo Escobar y el M-19 para ejecutar la acción armada cobró peso en el Tribunal Especial de Instrucción, pues la toma se realizó aproximadamente una hora antes de empezar a discutirla la ley de extradición. “La toma la hizo la guerrilla con el auspicio de gente de Medellín (...) es que Pablo era el mandamás de entonces", rememoró Betancur Jaramillo.
Cerca de las 11:45 de la mañana, las ráfagas de ametralladoras arreciaron. Escondido en su oficina del tercer piso, el entonces Presidente del Consejo de Estado tomó medidas inmediatas para la supervivencia. Él y sus secretarias cerraron la puerta. “Lo primero por lo que yo me preocupé fue que dijeron: 'Es que no tenemos agua'. Había una pecera (...) Esas maticas que crecen dentro del agua. (…) y le dije a las dos secretarias: 'No me gasten esta agua, pues si esto se demora, vamos a tener de beber' ”.
Se comunicaban con otros magistrados y equipos de trabajo escondidos en oficinas vecinas a través de golpes o susurros por medio de las paredes. En varias ocasiones, Betancur se arrastró para observar el exterior: “Yo me arrastré varias veces (…) y lo único que vi en un principio fue a un guerrillero. Estaba en el costado norte del tercer piso (…) con un arma y con pasamontañas”.
A la 1:30 de esa tarde, la televisión mostraba los primeros sobrevuelos de helicópteros. La intensidad del tiroteo y el estallido de granadas aturdidoras hacían pensar a los escondidos que serían rescatados. El ingreso de la autoridad por la azotea, aunque caótico, ofreció un breve alivio estratégico: “Quedaron en un sándwich los guerrilleros. Los que entraron por la azotea y los que habían subido desde la cafetería”.
Mientras tanto, las emisoras de radio transmitían en directo las primeras entrevistas con los comandantes de la toma. Andrés Almarales convocaba a la Corte Suprema y al Consejo de Estado a que asumiera, "ante el fracaso del legislativo", la búsqueda de una política negociada. Pero la respuesta del Gobierno fue el silencio. El país escuchó en vivo la voz de angustia del magistrado Alfonso Reyes Echandía, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, clamando por una respuesta y un cese al fuego inmediato: “Por favor que ceses el fuego, la situación es dramática, estamos aquí rodeados de personal del M-19… por favor que cese el fuego inmediatamente, inmediatamente, es urgente, es de vida o muerte…”.
A las 2 de la tarde ocurrió la retoma de las autoridades: el tanque Cascabel irrumpió por la puerta central de acero, aplastando escombros, seguido por dos tanquetas que derribaban muros. Cerca de las 5 de la tarde, el fuego comenzó a consumir el Palacio. A las seis, el Gobierno anunció que no negociaría. A las 8 de la noche, se produjo el apagón, las comunicaciones telefónicas fijas se cortaron, y el infierno se hizo total.
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Fue el incendio, más que los disparos, lo que forzó la huida del grupo de Betancur Jaramillo, pues él se dio cuenta que el incendio se acercaba a donde se escondía, y empezó a llamar a los otros magistrados. "Nos reunimos como 12 personas y bajamos por las escalas del tercer piso”, relató.
Bajaron en estampida las escaleras, incluso pasando sobre los muertos. Para el magistrado, el miedo era claro: “Más era el miedo por el incendio que por los mismos guerrilleros”. El magistrado Betancur Jaramillo rechaza la versión oficial, reiterada por el coronel Alfonso Plazas Vega, de que los militares lograron "salvar" a 242 personas.
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“¿Salvaron?... Que a los 14 o 15 que estábamos aquí nos salvaron. ¡No! Nosotros salimos por nuestros propios medios (...) Incluso se oyeron voces, que no las pudo identificar, voces que decían: 'Disparen a todos los que se muevan'. Esos no fueron a salvar a nadie. Ellos fueron a acabar con el M-19", sentenció.
A las puertas del edificio, un oficial les indicó que se fueran recostados por la pared, advirtiendo sobre francotiradores. Allí vio a dos empleados de la cafetería que, según su recuerdo, después desaparecieron. A las 10:30 de la noche de ese miércoles, Betancur y su grupo llegaron a la Casa del Florero. Dos policías les dijeron que llamarían a sus casas para informar que estaban a salvo, “pero eso no fue cierto, no llamaron a nadie”.
Agobiados, decidieron salir pasadas las dos de la madrugada buscar transporte. Finalmente, un taxi "destartalado" se detuvo. Betancur le pagó inmediatamente al conductor para que los sacara de allí: “Me metí la mano en el bolsillo, yo mantengo la plata suelta en el bolsillo. Y entonces le dije: 'Esto es tuyo, pero nos sacas de aquí' ”.
Al llegar a su hogar, el magistrado abrazó a su esposa Josefina y a sus hijos, Carlos Julio y Juan David, y rompió en llanto. El viernes de esa misma semana, Betancur Jaramillo regresó a las ruinas. La imagen del edificio destrozado lo derrumbó emocionalmente de nuevo. Allí, junto a un soldado que custodiaba una bolsa negra, supo de la probable muerte del presidente de la Corte, Alfonso Reyes Echandía, cuando le dijeron: "Parece que es el presidente de la Corte. (…) Porque encontramos un bolígrafo y un pedazo de la cédula".
A sus 92 años, el magistrado Carlos Julio Betancur Jaramillo, considerado el sobreviviente más lúcido, está plasmando su invaluable recuento oral y reflexiones en una antología que se titulará 'Los Cuentos de Palacio', con la ayuda de su hijo, el documentalista Carlos Julio Betancur. Sus relatos anidan ecos de los disparos, el fuego, la pérdida de amigos magistrados, y el dolor eterno de los desaparecidos.
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