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La guerra en Colombia dejó cicatrices que aún no se cierran y entre las historias más silenciadas están las de quienes fueron reclutados siendo menores de edad por las Farc. Alexander Vargas y Pedro Nel Trujillo son dos de esos sobrevivientes que hoy deciden contar lo que vivieron, como una manera de sanar y como un acto de denuncia para que estas prácticas no se repitan.
Alexander recuerda que tenía apenas diez años cuando fue obligado a incorporarse a la guerrilla. Su infancia quedó truncada entre fusiles, marchas forzadas y órdenes militares. Con el tiempo, además de cargar un arma, enfrentó otro tipo de violencia: la sexual. Según relata, fue víctima de abusos cometidos por dos guerrilleras. De hecho, las agresiones sexuales no eran un hecho aislado, pues según Alexander, el contexto dentro de los campamentos propiciaba estas dinámicas.
Según contó Alexander a Noticias Caracol, la escasez de mujeres, que no superaban el 10% del total de combatientes, generaba una presión constante, que derivaba en que mandos de mayor rango abusaran tanto de las guerrilleras como de los menores recién reclutados: "Llega una chica llamada 'La Gomela' y empieza con el manoseo, a tocarme, a decirme que si de pronto quería conocerme a una temprana edad y si yo tenía "pelitos", si ya tenía pelo en mis genitales. Empezaba a tocarme, empezó con procesos de masturbación y otras cosas que para uno fue fuerte. Yo me sentía avergonzado, es algo que uno nunca cuenta, nunca lo conté y lo viví como unas tres o cuatro veces. Yo decía 'esto tendrá que ser normal, porque yo vine a formarme como hombre'", expresó.
Alexander también fue objeto de acoso y humillaciones debido a su edad y a no encajar en el modelo de masculinidad impuesto por la organización: "Allá empezaban a voletearme: 'no tiene pelitos, es un niño, tiene una estatura diferente'. Crece uno con ese complejo. Además, las mujeres eran muy pocas, de 100 guerrilleros habría 10. Eso hacía que muchos de los mandos también se fijaran en los jóvenes", señala.
La situación derivó incluso en problemas de salud, pues Alexander relata que entre 2006 y 2007 se propagó en el frente 14 del Bloque Sur una enfermedad de transmisión sexual, el condiloma, que afectó a varios combatientes hombres: "Producto de esto salió un tema en 2006 - 2007, una enfermedad muy grave en el sur del país, en el frente 14 del Bloque Sur y era el famoso condiloma. Esto se vino a dar a conocer de que si hubo hombres, porque salieron con esta enfermedad en el ano, que es una enfermedad que produce llagas tanto en el miembro como en el ano y en la boca", relató.
"Los plateros que eran los que más tenían ganas o querían no solo se aprovechaban de las mujeres, sino también de los jóvenes. Entonces uno de los puntos más delicados era organizar el punto de guardia, dónde llega el relevante y un joven de estos que es nuevo de guardia y yo sé que le llegó a esta hora, entonces yo ya empiezo con el toque, el tema de relaciones", agregó.
La historia de Pedro Nel Trujillo guarda puntos en común. Fue reclutado cuando tenía 16 años y en su caso el maltrato estuvo marcado, sobre todo, por su orientación sexual. La presión por demostrar que encajaba en una organización que se asumía como "de machos" lo llevó a soportar agresiones verbales, maltratos físicos y discriminación: Decían: 'Este marica que hace acá, somos una organización de machos, no sirve, empezaban con una cantidad de argumentos o comentarios que realmente a cualquier persona donde sea totalmente, se le baja la moral y empieza a pensar distinto o a tomar cualquier acción. En los entrenamientos había momentos en que decían 'bueno, vamos a poner a esta persona a ver si puede pasar estos obstáculos porque son obstáculos de machos'. Entonces sí había esa presión en donde decían 'bueno, demuestre de lo que está hecho'".
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"Había casos de jóvenes que se suicidaban, pero uno no sabía la realidad de porque lo había hecho, solamente lo sabía después, y hubo muchos casos que uno se dio cuenta".
Y aunque Pedro hoy está lejos de la guerrilla, reconoce que las secuelas permanecen: su vida personal, familiar y laboral se ha visto marcada por la experiencia. "Una de las principales cosas que me ha afectado en las relaciones interpersonales, porque cuando uno está siendo agredido, uno aprende a estar a la defensiva y en mi caso yo tomé una decisión agresiva para defenderme y eso es algo que uno lo lleva a la vida cotidiana, laboral o familiar, porque es un círculo y es algo que se va transmitiendo a mucho tiempo y que es muy difícil de olvidar y de sacar de la mente de uno", relató.
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Tanto Pedro como Alexander coinciden en que narrar sus vivencias es parte de un proceso de transformación. Hoy dedican sus esfuerzos a trabajar con jóvenes en situación de riesgo, a través de iniciativas comunitarias como el colectivo Mambrú, que Alexander lidera. Su objetivo es evitar que nuevas generaciones caigan en el reclutamiento forzado o sean silenciadas por la violencia sexual.
Sin embargo, esta labor también conlleva riesgos, pues Aexander sobrevivió a un atentado en Huila apenas dos días antes de la entrevista en la que compartió su testimonio. Según relata, fue atacado mientras intentaba impedir que desmovilizados regresaran a las armas. Ambos coinciden en que hablar de lo ocurrido es una forma de contribuir a la memoria y de reclamar verdad y justicia. Y aunque las heridas permanecen, hoy buscan que su voz sirva para quienes aún callan por miedo o estigmatización.
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