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Cuando la Policía entró a la casa de Edward Theodore Gein en 1957 buscando a una mujer desaparecida, no se esperaban que lo había allí dentro les produciría horror. En torno a estos hechos, en los últimos días Netflix estrenó la serie Monstruo: la historia de Ed Gein, la tercera entrega de la antología creada por Ryan Murphy e Ian Brennan. La serie revive la historia de este asesino, conocido como El Carnicero de Plainfield, un hombre cuya vida y crímenes inspiraron películas icónicas como Psicosis, El silencio de los inocentes y La masacre de Texas.
Ed Gein nació el 27 de agosto de 1906 en La Crosse, Wisconsin, y creció en una granja aislada bajo la influencia de una madre dominante y fanática religiosa, Augusta, quien inculcó en sus hijos una visión del mundo marcada por el pecado y la corrupción moral.
Su padre, George Gein, era alcohólico y distante, mientras que Augusta despreciaba a las mujeres, considerándolas fuente del mal. Esta educación rígida generó en este asesino una dependencia emocional extrema hacia su madre, que se intensificó tras la muerte de su padre en 1940. Desde entonces, Ed y su hermano Henry se hicieron cargo de la granja.
En 1944, Henry murió en circunstancias sospechosas durante un incendio en la propiedad familiar. Aunque oficialmente se atribuyó la causa a asfixia, siempre existieron dudas sobre la participación de Ed en el hecho. Un año después, Augusta falleció por un paro cardíaco, lo que marcó un punto de quiebre en la vida de Gein. Quedó completamente solo y su aislamiento se profundizó, desencadenando conductas obsesivas y antisociales.
Tras la muerte de su madre, Gein desarrolló una fijación enfermiza por la anatomía y las mujeres. Comenzó a profanar tumbas en cementerios locales, robando cadáveres de mujeres que se parecían a Augusta. Con sus restos fabricaba objetos domésticos, máscaras y prendas hechas de piel humana.
El horror salió a la luz el 16 de noviembre de 1957, cuando Bernice Worden, propietaria de una ferretería en Plainfield, desapareció. Su hijo halló rastros de sangre en el local y un recibo a nombre de Ed Gein. Al registrar la granja, la policía encontró una escena escalofriante: el cuerpo decapitado de Worden colgaba del techo, y en la casa había restos humanos convertidos en utensilios, lámparas y máscaras. También hallaron el cráneo de Mary Hogan, desaparecida en 1954. Aunque solo se confirmaron dos asesinatos, Gein confesó haber exhumado numerosos cadáveres para sus macabras creaciones.
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Los estudios psiquiátricos concluyeron que Gein sufría psicosis y comportamientos necrofílicos. Su obsesión por la madre fallecida lo llevó a intentar “reconstruirla” mediante los cuerpos que mutilaba. Esta fijación explica por qué sus víctimas y los cadáveres robados compartían características físicas con Augusta.
Ed Gein fue arrestado en 1957 y declarado no imputable por demencia. Nunca enfrentó un juicio penal convencional. En lugar de prisión, fue internado en hospitales psiquiátricos, donde permaneció hasta su muerte el 26 de julio de 1984, a los 77 años, en el Instituto de Salud Mental de Mendota, Wisconsin. Falleció por insuficiencia respiratoria derivada de un cáncer metastásico. Además, su casa en Plainfield fue incinerada y esta vivienda era frecuentada por curiosos, prensa y personas que, incluso, llevaban flores.
El caso Gein conmocionó a Estados Unidos y dejó una huella imborrable en la cultura popular. Sus crímenes inspiraron personajes como Norman Bates (Psicosis), Buffalo Bill (El silencio de los inocentes) y Leatherface (La masacre de Texas). Hoy, su historia vuelve a cobrar relevancia con la serie de Netflix, que promete mostrar no solo los hechos, sino también el trasfondo psicológico y familiar que convirtió a Ed Gein en uno de los asesinos más perturbadores del siglo XX.
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CAMILO ROJAS, PERIODISTA NOTICIAS CARACOL
X: RojasCamo
Correo: wcrojasb@caracoltv.com.co
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