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No cualquiera podía formar parte del Bloque de Búsqueda, ese grupo élite de la Policía Nacional creado en 1986 para atrapar a Pablo Escobar y desmantelar los carteles de la droga. Andrea, antes de su transición de género, fue uno de sus agentes más comprometidos. Durante siete años persiguió al capo más temido de Colombia, mientras libraba una batalla interna aún más compleja: la de su identidad. Hoy, a sus 60 años, vive en Estados Unidos como activista trans, decidida a contar su historia para honrar su verdad y la memoria de quienes no pudieron hacerlo.
Andrea Montañez nació en Manizales el 21 de octubre de 1965, en un hogar católico y estricto. Su madre era profesora y su padre oficial de la Policía. Creció rodeada de revólveres de juguete y soldaditos, pero también sentía una atracción profunda por las Barbies de su hermana.
"Yo tenía miles de revólveres de juguete y soldaditos, pero me mataban las Barbies de mi hermana al mismo tiempo y a veces me imaginaba esas mismas Barbies con las pistolas”, recordó en Los Informantes.
Desde muy joven, Andrea supo que algo en ella no encajaba con lo que se esperaba. Se vistió de mujer por primera vez en público durante un reinado escolar, pero la vergüenza y el miedo la acompañaron desde entonces porque para sus compañeros era un juego, pero para ella no.
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"¿Cómo le iba a contar a mis amigos? No, es que quiero vestirme de mujer. ¿Cómo le decía a mi mamá, a mi papá? Sentía vergüenza”, dijo.
Por sugerencia de su padre, estudió Derecho en el Externado, pero pronto abandonó la carrera influenciada por Miguel Maza Márquez, entonces director del DAS y su profesor de arma criminalística. Así comenzó su vida como agente investigadora.
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“Siempre soñé con hacerme el personaje de mujer en el DAS, nunca me tocó, lo soñé, pero me tocó disfrazarme de hombre toda mi vida. Hasta que por fin ya me retiré del servicio y no estoy disfrazada en nada. Ahora soy quien soy”, señaló.
Durante su tiempo en el DAS, conoció a una trabajadora sexual trans que se convirtió en su informante y amiga. Esa relación fue un punto de quiebre.
“Esta muchacha me puso una peluca y le dije, ‘no, esto no puede ser’”, recordó.
La mujer fue brutalmente asesinada. “Fue encontrada picadita en pedacitos y la torturaron, la descubrieron. Para mí eso fue cerrar el caso. Yo no puedo hacer esto, olvidémonos de esto, pero cuando decidí salir y empezar a ser quien soy yo, el nombre que tengo es de ella”, dijo.
Cuando Pablo Escobar se fugó de La Catedral, Montañez fue enviada a Medellín con el Bloque de Búsqueda. Durante siete años trabajó en el grupo élite que lo persiguió sin descanso.
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“Eran bloques de la Policía y el DAS, digamos que había un grupo máximo de 30 personas. ¿Y qué tan cerca estuvieron? Varias veces cerquitica, pero siempre había corrupción porque el dinero y el miedo era muy grande en Medellín”, relató.
La muerte del capo la marcó profundamente. Aún conserva las fotos del cuerpo de Escobar en el tejado y en la morgue.
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“En ese momento llega la patrulla de levantamiento de cadáveres que era el DAS y yo conocí al fiscal y me subí a las escaleras con él a ver a Pablo. Veo los disparos que recibió y el de la cabeza, no fue ningún suicidio”, recordó.
Después de Medellín, fue enviada a Cali. Ya se había casado, tenía una hija y estaba divorciada. Por fuera era el rudo investigador, pero por dentro, la confusión persistía. “Seguía en esas confusiones”, recordó.
Andrea comenzó a llevar una maleta secreta en sus viajes. “Cuando yo viajaba a hoteles casi siempre llevaba la maleta de Andrea. ¿Y qué había en esa maletica? Faldas o ropa, calzones, brasieres”, dijo.
Se volvió a casar, tuvo otro hijo y se mudó a Estados Unidos. Allí, en el anonimato, su verdadera identidad empezó a surgir con más fuerza.
"Compraba ropa y me la ponía cuando viajaba, la tiraba obviamente, eso botaba plata con ropa y porque no podía no podía traérmelo para la casa. Pero un día traje unos calzones en mi maleta, tremenda pelea me armaron y dije, mejor que piense que es una amante que son mías”, recordó.
Tras recibir el asilo, consiguió sus papeles y comenzó a trabajar en el aeropuerto de Orlando. El 11 de septiembre de 2001 también estremeció su vida. De día trabajaba en seguridad, de noche empezaba a vivir como Andrea.
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“Ahí ya me afeito las piernas completamente. Entonces ya mi ex empieza a mirar y mi hijo también empieza a ver eso y me empieza a preguntar. Entonces le dije que iba a hacer ciclismo. Y empecé a ir al médico y las hormonas las empecé a tomar, todavía seguía con la doble vida”, dijo.
Pero esa doble vida no podía sostenerse más. Salir del clóset se volvió una urgencia.
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“Andrea se retiró de estar disfrazada y salió quien era. Los dos nacimos al tiempo”.
Hoy, Andrea Montañez es una de las activistas LGBTI más visibles en el estado de Florida. Su historia, marcada por el dolor, la valentía y la transformación, es también un llamado a la empatía y al respeto.
“El día que tú te empieces a querer tú misma, ese es el día que tienes que seguir luchando por ti”, dijo.
A sus 60 años, vive con orgullo su identidad. “Es que yo soy la misma persona siempre”.
Y aunque dejó atrás la pistola, su voz se ha convertido en su arma más poderosa.
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“Yo a veces digo que antes tenía una pistola que me defendía, ahorita tengo una voz más brava que la pistola”, dijo.
Con su voz exigiendo respeto por las minorías, ella está dispuesta a contar su testimonio de transformación una y otra vez porque ya no hay nada que esconder.