

Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
En la tranquila aldea de Konchi, en el distrito de Gaya, India, la línea que separa la vida de la muerte se desdibujó por unas horas cuando Mohan Lal, un exoficial de la Fuerza Aérea India de 74 años, decidió fingir su propio fallecimiento. El hombre, viudo desde hace más de una década y padre de tres hijos, organizó lo que él llamó un “experimento social” con un único propósito: descubrir cuántas personas acudirían a despedirlo y cuánto cariño recibiría cuando ya no estuviera en este mundo.
El suceso, que rápidamente se volvió viral en la India y fue recogido por medios internacionales como Daily Mirror, tuvo lugar a comienzos de octubre. Lal preparó minuciosamente cada detalle de su falso funeral. Se vistió con una mortaja blanca, símbolo de pureza y tránsito espiritual en el hinduismo, y se recostó dentro de un ataúd adornado con flores, mientras su familia y amigos realizaban los rituales tradicionales. Nadie sospechó nada.
El cuerpo fue trasladado en procesión al crematorio local, un lugar que él mismo había donado años atrás a la comunidad. Cientos de aldeanos asistieron, algunos viajando desde otras regiones, para rendir homenaje al veterano. Las oraciones se entrelazaron con los cánticos védicos, los sonidos de los tambores y el murmullo de los lamentos. Era, según todos, una despedida solemne.
Pero justo antes de que iniciara la cremación, cuando el sacerdote comenzó a recitar los mantras finales, ocurrió lo impensado: el supuesto difunto se incorporó dentro del ataúd. El silencio absoluto se apoderó del lugar. Los asistentes quedaron paralizados; algunos gritaron, otros retrocedieron aterrados, mientras Mohan Lal se sentaba con una serenidad que contrastaba con el caos a su alrededor.
Bihar Air Force Veteran Holds His Own Funeral to See How People Would Honour Him
— Sapna Madan (@sapnamadan) October 14, 2025
-74-year-old Mohan Lal staged his own funeral in Gaya, lying on a bier in a white shroud.
-Villagers joined, chanting “Ram Naam Satya Hai.”
-A symbolic effigy was cremated, followed by a community… pic.twitter.com/AwotDxoZor
Publicidad
Una vez calmada la multitud, el anciano tomó la palabra. “Después de morir, la gente lleva el ataúd, un apoyo para trasladarlo. Yo quería presenciarlo en persona y ver cuánto respeto y cariño me demostraban”, explicó. No había misterio ni dinero de por medio, sino una curiosidad humana llevada al extremo, quería saber quién realmente lo apreciaba antes de morir.
Lo que siguió fue una mezcla de desconcierto y alivio. Algunos rompieron en carcajadas, otros en llanto. La ceremonia continuó con una efigie simbólica que fue finalmente incinerada, para no romper del todo los ritos. Más tarde, el vecindario organizó un banquete comunitario, en el que se habló tanto del susto como de la lección detrás de la broma.
Según contó Lal a los medios locales, su vida había cambiado tras la muerte de su esposa, hace 14 años. Desde entonces, dedicó su tiempo a proyectos sociales y religiosos en su aldea, entre ellos la construcción del crematorio donde ahora “murió” simbólicamente. “No lo hice por fama ni por burla, sino porque me preguntaba quién recordaría mis actos cuando ya no estuviera aquí”, comentó.
Su historia ha abierto un debate nacional sobre la soledad en la vejez y la necesidad de afecto en las comunidades rurales. Muchos usuarios en redes sociales, entre el humor y la empatía, reflexionaron sobre cómo el exmilitar consiguió lo que pocos logran, asistir a su propio funeral y escuchar en vida lo que la gente diría de él.
Publicidad
Aunque algunos lo han acusado de insensibilidad hacia su familia —que también fue engañada—, otros consideran su acto una provocadora metáfora sobre la muerte y el reconocimiento. En India, donde los rituales fúnebres están cargados de simbolismo espiritual, fingir la propia muerte puede interpretarse como una forma de renacer, una despedida del ego y una celebración del vínculo humano.
Al cierre de su curiosa historia, Mohan Lal declaró con serenidad: “He visto mi muerte y también mi vida a través de los ojos de quienes me quieren. Ahora puedo morir tranquilo, de verdad”.
MARÍA PAULA GONZÁLEZ
PERIODISTA DIGITAL DE NOTICIAS CARACOL