
Cuando Jamie Acaster, un padre de dos hijos de Eckington, Inglaterra, empezó a olvidar nombres y conversaciones cotidianas, supo que algo no estaba bien. Los médicos le decían que podía ser producto del estrés del trabajo o el agotamiento de la rutina diaria; finalmente le diagnosticaron depresión. Sin embargo, él sentía que algo más profundo le estaba robando su claridad mental.
No había motivos para pensar que Jamie, de 48 años y con una familia feliz, estuviera enfrentando una depresión, pero ese fue el diagnóstico de los médicos, quienes decían que todavía estaba muy joven para tener alguna enfermedad o padecimiento más grave. “Sabía que no era eso”, le decía Jamie a su hermana Donna, quien cada vez estaba más preocupada por las confusiones cada vez más constantes de su familiar. “Me llamaba para decirme que no recordaba los nombres de personas que veía todos los días. Me hablaba y luego decía que no entendía lo que acababa de decir”.
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Mientras el hombre le insistía a sus médicos que no creía que su problema fuera emocional, los síntomas persistían y se agravaban. Hasta que un día, su hermana tomó la decisión que hacía falta: acudir a una opinión médica diferente.
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El diagnóstico que llegó muy tarde
En abril de 2023, tras meses de visitas al médico sin recibir un diagnóstico certero o que explicara su pérdida de memoria, Jamie acudió de urgencia a otro médico y se sometió a una resonancia magnética en el Chesterfield Royal Hospital. Fue entonces cuando apareció la sombra en la imagen: un glioblastoma, el tumor cerebral más agresivo y devastador que puede sufrir un ser humano.
La noticia cayó como un rayo en la familia de Jamie y confirmaron sus sospechas, lo que le pasaba no era producto de una depresión. “Me llamó desde el hospital y me dijo: ‘Creen que es un tumor cerebral’. Me derrumbé. Salí del trabajo de inmediato. Fue devastador”, recuerda Donna en diálogo con The Mirror.

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A sus 48 años, los síntomas que enfrentaba daban a entender que el tumor ya se había extendido en su cerebro y le dieron un pronóstico desafortunado de entre 12 y 18 meses de vida. A pesar de la noticia, hizo lo posible por hacerle frente a la enfermedad y en mayo de ese mismo año se sometió a dos cirugías que lograron extirpar el 95 % del tumor. Luego se sometió sesiones de quimioterapia y radioterapia, pero su cuerpo no resistió bien.
El tratamiento, lejos de aliviarlo, se convirtió en una batalla paralela. Jamie desarrolló problemas hepáticos y renales, efectos severos de los esteroides, y llegó a consumir hasta 50 medicamentos diarios. También sufrió embolias pulmonares, que limitaron sus opciones de tratamiento. “Pasó por demasiado. Cada paso parecía abrir una nueva puerta al sufrimiento”, dice su hermana. “Todo le hacía daño: los medicamentos, la quimio, hasta los esteroides.”
En medio de ese triste panorama, Jamie siguió siendo el mismo hombre risueño que amaba contar chistes, incluso desde la cama del hospital. “Hasta la noche antes de morir se reía con nosotros. Seguía siendo Jamie”, recuerda Donna. El final desafortunado llegó el 1 de septiembre de 2024, tras 17 meses de lucha. Jamie falleció debido a un coágulo de sangre en sus pulmones, dejando atrás a su hermana Donna, de 50 años, a su hija Ava, de 15, y a su hijo Harry, de 12.
Una despedida con sentido
Jamie tenía un gran amor por el Sheffield Wednesday. Por eso, su familia pidió que todos asistieran a su funeral vistiendo los colores del club (azul y blanco) o sus camisetas. Pero eso no ha sido todo, en marzo de 2025, justo cuando Jamie cumpliría 49 años, se organizó una caminata conmemorativa llamada 'A Jaunt For Jamie'. Fue un recorrido de 14 millas desde la casa de la infancia de Jamie en Sheffield hasta Eckington, donde pasó su vida adulta con la que lograron recaudar cerca de 2.000 libras esterlinas para la investigación de tumores cerebrales.
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Cada año, muchas personas son diagnosticadas tardíamente con glioblastoma debido a síntomas vagos o confundidos con problemas de salud mental. Donna hoy es una voz activa para exigir más conciencia, más recursos, más investigación. “Todo el camino de Jamie fue como chocar contra un muro”, afirma. “Ningún tratamiento funcionó. Esta caminata la hice para celebrar su cumpleaños, pero también para pelear contra esa frustración. Sentí que él estuvo con nosotros en cada paso”.
MARÍA PAULA GONZÁLEZ
PERIODISTA DIGITAL DE NOTICIAS CARACOL