
En lo más alto del páramo del Almorzadero, entre los municipios de Guaca y San Andrés, en Santander, un espectáculo natural quedó registrado para la historia. El pasado 21 de julio, mientras grababa una serie televisiva sobre ecoturismo, el fotógrafo y realizador audiovisual Juan Diego Pinzón captó con drones de última generación a 13 cóndores andinos volando en libertad. Este avistamiento, celebrado por expertos y amantes de la naturaleza, representa una esperanza para una especie que se encuentra al borde de la extinción.
Juan Diego Pinzón se encontraba junto a su equipo de su productora Hilo de Plata grabando un capítulo sobre el páramo del Almorzadero. Fue allí, en medio de su labor cuando ocurrió el histórico avistamiento.
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Gracias al uso de drones diseñados para aplicaciones científicas, Pinzón logró registrar a los cóndores sin alterar su comportamiento natural. Las imágenes, compartidas por la página especializada The Birders Show, muestran a los majestuosos animales planeando sobre el páramo, una imagen pocos han tenido el privilegio de presenciar.
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Este no es el primer encuentro de Pinzón con estas aves. El 27 de julio de 2021, logró captar a 27 cóndores en un solo vuelo, también en el Almorzadero. Sin embargo, cada avistamiento múltiple sigue siendo un acontecimiento extraordinario, dada la crítica situación de la especie.
El cóndor de los Andes: símbolo patrio y espíritu ancestral
El cóndor de los Andes no es solo el ave voladora más grande del planeta, que puede alcanzar los 3,5 metros, sino también un símbolo de la identidad cultural de Colombia. Aparece en el escudo nacional con las alas extendidas y una corona de laurel en el pico, representando libertad, soberanía y victoria.
Para las comunidades indígenas andinas, el cóndor era considerado el mensajero de los dioses, una especie sagrada que conectaba el mundo terrenal con el espiritual. Su presencia en los cielos era interpretada como una bendición, un vínculo con lo divino.
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Sin embargo, esta ave enfrenta hoy una amenaza real y urgente: la extinción.
Una comunidad que aprendió a volar con el cóndor
En el corazón del páramo, a casi 4.000 metros de altura, la relación entre el cóndor y los habitantes locales ha cambiado radicalmente. Durante años, la creencia de que estas aves cazaban ganado llevó a muchos campesinos a envenenarlas, reduciendo drásticamente su población.
Doris Torres, campesina santandereana de 46 años, recuerda esa época con pesar, pues al comienzo se llevaba muy bien con el cóndor, pues era acusado de comerse las ovejas, pero con el tiempo, y gracias a procesos de educación ambiental, la comunidad se reconcilió con el ave nacional.
"Al ir aprendiendo de la especie, uno se va enamorando de ella y pues ahora es nuestro aliado para el turismo, para el desarrollo", señaló la campesina a en Los Informantes en el 2024 sobre el amor que le tienen a esta especie.
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Hoy, Doris y sus vecinos cuidan una reserva de 12 hectáreas dedicada a la protección del cóndor.
Una especie al borde de la desaparición
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el cóndor de los Andes está en peligro crítico de extinción. En el último censo nacional se registraron apenas 63 ejemplares en Colombia, y se estima que la población total no supera las 150 aves.
A esta alarmante cifra se suman factores como la baja tasa de reproducción, la pérdida de hábitat y la caza. El cóndor puede vivir hasta 75 años, pero su ciclo reproductivo es lento: solo pone un huevo cada dos o tres años.
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Estefanía, bióloga del Parque Jaime Duque y experta en conservación de cóndores, explicó la importancia ecológica de esta especie: “No solamente tiene un valor cultural sino también biológico. Son muy importantes en los ecosistemas por la forma en la que se alimentan, que es de la carroña. Permiten que la dispersión de patógenos se limite en estas zonas que tienen temperaturas bajas y los cóndores aceleran esos procesos de descomposición”.

El turismo como aliado de la conservación
El avistamiento registrado por Juan Diego Pinzón no solo es un hito científico, sino también una oportunidad para impulsar el ecoturismo responsable en la región. La presencia de cóndores puede convertirse en un atractivo para visitantes nacionales e internacionales, siempre que se garantice la protección del ecosistema.
“Es una zona muy buena para avistar cóndores, viven con nosotros, ha habido registros de nidos activos y pues a veces los tenemos todo el día aquí con nosotros”, relató Doris Torres. Su historia refleja una nueva forma de convivencia entre humanos y la fauna silvestre colombiana.
Un vuelo que no debe detenerse
El cóndor de los Andes puede recorrer hasta 300 kilómetros en un solo día, planeando durante horas sin batir las alas, aprovechando las corrientes térmicas. Su vuelo majestuoso es un recordatorio de la grandeza de la naturaleza y de nuestra responsabilidad de protegerla.
Verlo volar es como ganarse la lotería, pero más allá del asombro, el avistamiento de estos 13 cóndores en el páramo del Almorzadero es un llamado urgente a la acción porque mientras el cóndor siga volando, también lo hará la esperanza.