

Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
En Bradford, Inglaterra, la historia de una pequeña llamada Freya Dixon se ha convertido en un ejemplo de resistencia y amor inquebrantable. Tiene apenas cuatro años y se prepara para someterse a un trasplante de médula ósea que podría salvarle la vida, después de haber pasado sus primeros años luchando contra una enfermedad rara que al inicio fue confundida con algo tan simple como estreñimiento.
Desde el nacimiento de Freya en diciembre de 2020, su madre, Amy Dixon, notó que algo no estaba bien. La bebé lloraba de manera persistente, o bien parecía excesivamente aletargada. Apenas un mes después, Amy advirtió que su hija estaba "pálida como un fantasma".
Pese a las visitas semanales al médico, los especialistas descartaron sus advertencias, atribuyendo los síntomas al estreñimiento y, en última instancia, a la "ansiedad" propia de una madre primeriza. Pero Amy insistía: “En cuanto nació Freya, supe que algo no iba bien con su salud. Fue muy frustrante que los médicos me dijeran que era ansiedad de madre primeriza. Sentí que ignoraban mis preocupaciones. Verla empeorar me dejó impotente”.
El 11 de marzo de 2021, cuando Freya tenía apenas tres meses, su cuerpo no resistió más y se desplomó. Fue trasladada de urgencia al Hospital Airedale, en Steeton, donde los médicos la describieron como “la bebé más pálida que jamás habían visto”. Tras maniobras de reanimación lograron estabilizarla y, posteriormente, la remitieron al Hospital Infantil de Leeds.
Una semana después en cuidados intensivos, los análisis revelaron un dato alarmante: sus niveles de hemoglobina estaban en 13, muy lejos de los más de 120 que debería tener. Esa fue la primera señal clara de que Freya sufría un trastorno sanguíneo grave.
En octubre de 2021, a los 10 meses, llegó el diagnóstico definitivo: síndrome de anemia de Diamond-Blackfan (DBAS), una condición genética extremadamente rara que afecta a entre cinco y siete recién nacidos por cada millón en el mundo. La enfermedad impide que la médula ósea produzca suficientes glóbulos rojos, vitales para transportar oxígeno en el cuerpo.
Publicidad
Desde entonces, la vida de Freya se ha convertido en una rutina hospitalaria. Ha pasado por dos tratamientos con esteroides para estimular la producción de glóbulos rojos, ambos sin éxito. Hoy depende de transfusiones de sangre cada tres semanas que le permiten mantenerse estable mientras espera la única solución definitiva. Necesita un trasplante de médula ósea.
Tras más de un año en lista de espera, la familia recibió la noticia que tanto esperaba, los médicos finalmente encontraron un donante compatible. El procedimiento está programado para el 18 de septiembre de 2025.
El camino no ha sido sencillo. Freya debe permanecer hospitalizada al menos ocho semanas, enfrentándose primero a rondas de quimioterapia e inmunoterapia para preparar su organismo y crear espacio en la médula ósea antes de recibir el injerto.
Publicidad
Amy, quien ha liderado cada paso de la batalla de su hija, confiesa que el procedimiento le genera temor, pero también esperanza: “Será un tratamiento muy invasivo y un largo camino hacia la recuperación, pero estamos muy agradecidos. Este tratamiento salvará la vida de mi pequeña. Freya es una niña muy valiente y llena de luz. Su sonrisita es como magia. Me inspira todos los días”.
La madre también ha iniciado una campaña para cumplir uno de los grandes sueños de su hija que es viajar a Disneyland París una vez que supere el trasplante. “A Freya le encantan las princesas Disney, especialmente Elsa. También es una apasionada de las emociones fuertes y nada le encanta más que las grandes montañas rusas. Ver cómo se le ilumina la carita cuando conozca a Elsa será increíble”.
Ahora, mientras se acerca la fecha del trasplante, Bradford y el círculo cercano de la familia acompañan a Amy y a Freya en la cuenta regresiva de lo que podría ser el inicio de una vida nueva sin transfusiones y con la promesa de un futuro lleno de sonrisas.
MARÍA PAULA GONZÁLEZ
PERIODISTA DIGITAL DE NOTICIAS CARACOL