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En tiempos en que la tecnología permite viajar sin despegar los pies del suelo, Ghost of Yōtei, el nuevo título de Sony Interactive Entertainment y Sucker Punch Productions, propone un recorrido que va más allá del entretenimiento. Es una experiencia que celebra la relación entre paisaje, historia y cultura, uniendo —a su manera— dos países con sensibilidades similares: Japón y Colombia.
El interés global por Japón sigue en ascenso. Solo entre enero y agosto de 2025, el país recibió más de 28 millones de visitantes, un aumento del 18% frente al año anterior, según datos de la Organización Nacional de Turismo de Japón. Pero mientras muchos sueñan con recorrer sus templos y montañas, Ghost of Yōtei ofrece una forma alternativa de viajar: sumergirse en el Japón del siglo XVII desde la pantalla, redescubriendo valores que también resuenan en la identidad colombiana.
Ambientado en la región de Ezo, hoy conocida como Hokkaido, el juego presenta un entorno dominado por el frío, la nieve y una naturaleza que impone respeto. Su protagonista, Atsu, emprende un viaje de redención entre montañas, campos de flores y aldeas cubiertas por el invierno. Esa conexión entre el hombre y el entorno recuerda la que muchos colombianos sienten frente a la diversidad de sus propios paisajes: desde los páramos andinos hasta las selvas amazónicas.
Esa mirada contemplativa del entorno no es casual. Según Brian Fleming, cofundador de Sucker Punch, el equipo trabajó con asesores culturales japoneses para capturar la esencia del Japón del siglo XVII con la mayor autenticidad posible. Esa dedicación al detalle tiene eco en el modo en que Colombia también protege sus tradiciones y su herencia natural, consciente de que en ellas habita una parte fundamental de su identidad.
Más allá de su historia, Ghost of Yōtei se destaca por su propuesta sensorial. Su banda sonora, compuesta por Toma Otowa, combina instrumentos tradicionales japoneses —como el shamisen, el shakuhachi y el kokyū— con arreglos occidentales modernos. El resultado es un paisaje sonoro que equilibra lo antiguo y lo contemporáneo, evocando las mismas sensaciones que puede despertar un bambuco o una cumbia interpretada frente a los cerros de Bogotá.
El diseño visual también cumple un papel protagónico. Gracias a la resolución 4K y al trabajo minucioso en la iluminación, los jugadores pueden sentir el viento en las montañas, escuchar el crujir de la nieve bajo los pies o perderse entre los reflejos del amanecer. Esa atención por lo natural resuena con la relación que los colombianos mantienen con su geografía: una mezcla de admiración, respeto y pertenencia.
Ghost of Yōtei hereda el espíritu de Ghost of Tsushima, el exitoso título que en 2020 llevó a Sucker Punch a ser reconocido oficialmente como embajador del turismo en la isla real de Tsushima. Ahora, con esta nueva entrega, el estudio amplía su homenaje al Japón feudal y sugiere una reflexión más universal: la del vínculo entre cultura y territorio.
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Esa lectura no pasa desapercibida en Colombia, un país que también ha encontrado en los videojuegos, el cine y las artes digitales una forma de proyectar su identidad más allá de las fronteras. Así como Japón ha inspirado a millones a conocer sus tradiciones, Colombia también despierta curiosidad global por su riqueza cultural y su diversidad natural.
El lanzamiento de Ghost of Yōtei ha sido recibido con entusiasmo en Japón, donde las comunidades locales de Hokkaido celebran ver su historia representada en el mundo digital. Sin embargo, el juego también encuentra eco en territorios como Colombia, donde el amor por el paisaje y el orgullo por la herencia cultural son parte de la vida cotidiana.
Disponible exclusivamente para PlayStation 5, Ghost of Yōtei es más que un juego de acción o aventura. Es un recordatorio de que, sin importar la distancia o el idioma, existen sensibilidades que conectan a las personas: la admiración por la naturaleza, la fuerza de las tradiciones y el deseo de preservar lo que define a cada pueblo.
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Desde los campos nevados de Hokkaido hasta los valles del Cauca o las playas del Caribe, este viaje digital demuestra que los videojuegos también pueden tender puentes entre culturas que, aunque separadas por océanos, comparten una misma alma.
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