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Los trabajadores del Palacio de Justicia también sufrieron la barbarie de la toma y retoma del edificio hace 40 años. Una de ellas es María del Carmen Castro, quien se salvó de morir al encerrarse durante varias horas en un rincón del sótano. En aquel noviembre de 1985 era la encargada de servir el café para los magistrados. Para ella un gran honor, pero hoy en las cámaras de Noticias Caracol habla de lo que se rompió ese día de la toma por parte del M-19.
"Dentro de esto sí hay dolor porque se sacrificó mucha gente. Entrar acá, a esa puerta, era como entrar a un templo", comenta Carmencita, como todos la llaman en el Palacio de Justicia. "Yo quise mucho a la Corte (Suprema de Justicia), y aún lo hago por supuesto", añade, y comenta que la herida por lo ocurrido ese miércoles, 40 años después, "no se cierra".
Carmen cuenta que en medio de la destrucción algunas de sus herramientas, platos y pocillos se salvaron de milagro en medio del fuego y las balas y así se puso manos a la obra en medio del dolor. "Claro, yo no me podía quedar (en mi casa) y dejarlos solos a los que quedaban", relata.
"Yo como estaba en la cafetería (antes de la toma y retoma) era la que hacía el café para para lo subieran. (Después de la toma y retoma), yo le dije a la secretaria que yo había entrado a la Corte y que allá en la cafetería había grecas y loza que no estaban rotas, que estaban buenas todavía. Le dije que sacáramos eso y lleváramos a la Pombo y a la Casa de La Moneda. Y ella me dijo que sí, que yo organizara eso".
Carmencita recorre hoy con nostalgia y dolor el Palacio. Ese 6 de noviembre recuerda que le dio la última palabra y el último alimento a la persona que fue la primera asesinada en medio de la toma. "Yo hacía unas arepitas y tenía café con leche, y don Jorge, que era el administrador, bajó y se tomó un periquito y se comió dos arepitas. Dijo: "Gracias, Carmencita, hasta luego. Están ricas las arepas". Se fue y él fue al primero que mataron al frente en la entrada principal porque salió subiendo la escala a mano izquierda, donde estaba la oficina de administración".
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En compañía de las cámaras de este noticiero, la mujer se dirige hacia donde quedaba en ese entonces su oficina, como ella la llamaba: el sótano. Desde allí, asegura, vio cómo entró el camión en medio de disparos. Recuerda que estaba con su compañera y se preguntó qué sonaba. Se percataron de que se trataba de disparos y comentó que sintió mucho miedo en ese momento. "Nos fuimos de una y entramos en la cafetería. Nos fuimos por el pasillo y nos encerramos en la cafetería". Allí se resguardó con otras mujeres que repartían café y hacían oficios varios en las instalaciones del Palacio.
"Nosotros apagamos la luz. Cerramos y apagamos la luz. Todos callados. Solo escuchábamos bala y decían "Viva Colombia, viva el M-19". Y muy rápido, unos 10 minutos, gritaban: "Enfermero, enfermero". Nosotros entendimos que había heridos. La balacera fue terrible, duro", recuerda la mujer. "Pasaron moviendo las perillas y preguntaban: "Si hay alguien acá, salga que no les vamos a hacer daño". Nadie contestó. Nosotros no, nada. Quietos. Seguimos ahí. Luego, ya no se escuchaba la balacera. Como a la 1 p.m., era como la 1:30 p.m., creía yo más o menos, es cuando empieza a ver humo. Nosotros salimos y gritamos auxilio por que nos estábamos ahogando. Alguien por allá nos contesta que mojemos toallas, que nos las coloquemos (en la boca), y escuchábamos gritos de auxilio desde la cafetería".
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Carmencita sigue su relato: "Nos cogimos de la mano, nos fuimos hacia allá, hacia la octava, cuando se explotó, hubo una explosión grandísima que nos mandó a todos al piso. Quedamos debajo de los carros, y todos en silencio. Hasta que después nos llamábamos (entre nosotros) para ver si estábamos bien. Nos devolvimos y nos encerramos otra vez. Después decidimos que debíamos salir. Nos bajamos por otro lado al sótano, y allá las barandas, como eran de madera, se estaban quemando. Nos devolvimos y nos quedamos en la cafetería todo el tiempo".
En otro momento, recuerda, escucharon una fuerte explosión. Se trataba de un cohete. Hubo "un estruendo grandísimo que tumbó los techos, cayó todo el cemento", recuerda Carmen, quien cuenta que en ese momento ella y las personas con las que estaba pensaron que iban a morir. "Pensamos que se olvidaron de nosotros".
La mujer cuenta que doña Cecilia, su compañera, tenía ene se momento un radio pequeño y lo encendió. En ese momento, dice, escucharon a un periodista que comentó que era inaudito que el presidente de la República, que en ese entonces era Belisario Betancur, no pasara al teléfono con el presidente de la Corte Suprema de ese entonces, Alfonso Reyes Echandía. Carmencita recuerda que escuchar eso en la radio "también fue terrible. Pensamos que aquí nos íbamos a morir".
Lograron avanzar, pero casi en la salida, en un segundo intento, dice, los devolvieron. "Porque la balacera que venía de arriba, de afuera, era terrible. No nos sacan y nos devuelven. Nos tienen otro rato acá (dentro del Palacio) hasta que esperan y nos sacan". Salieron contra un muro de la salida frente a la Plaza de Bolívar y los llevan a la Casa del Florero. Carmen cuenta que mientras abandonaba el Palacio seguía escuchando disparos.
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"Uno cambia, se quiebra, viene el llorar, los nervios... porque ya uno ve desde afuera todo lo que estaba pasando", comenta visiblemente conmovida. Carmen asiste todos los años, sin falta, a la conmemoración de esta tragedia que marcó la historia del país. Lo hace, dice, porque siempre lleva ese lugar en el corazón. "Lo hago, estar presente, como un homenaje a ellos, a quienes ya no están".
Los magistrados, magistrados auxiliares, empleados administrativos y de servicios del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia, así como los abogados y visitantes frecuentes u ocasionales del Palacio de Justicia en el centro de Bogotá adelantaban sus actividades habituales el 6 de noviembre de 1985, en medio de zozobra por las crecientes amenazas, el temor por el retiro de la protección policial y los rumores que alertaban sobre la inminencia de una toma al Palacio.
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28 horas después, el Palacio de Justicia fue arrasado como resultado de una de las acciones más trágicas que el país ha presenciado, resultado de la violenta incursión armada de la guerrilla y la desproporcionada respuesta del Estado. El uso de armamentos y explosivos de todo tipo, la falta de respuesta del Gobierno de ese entonces y los incendios que destruyeron la edificación provocaron un saldo trágico de cerca de un centenar de personas que perdieron la vida entre civiles, miembros de la fuerza pública y guerrilleros, y al menos 11 cuyo paradero aún se desconoce.
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