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En una entrevista profunda y reveladora con el subdirector de Noticias Caracol, Alberto Medina, el reconocido escritor y periodista Germán Santamaría compartió testimonios impactantes sobre su cubrimiento de dos de los eventos más trágicos de la historia reciente de Colombia: la toma y retoma del Palacio de Justicia y la avalancha del volcán Nevado del Ruiz que hizo desaparecer a Armero, municipio del Tolima. Santamaría, cuyos relatos se publicaron originalmente en el periódico El Tiempo y son hoy parte fundamental de la memoria de la nación, describió cómo la inmensidad de la tragedia de Armero opacó el escándalo político del Palacio.
El escritor y periodista relató que estuvo cubriendo el Palacio de Justicia, cerca de la Plaza de Bolívar, cuando comenzó el tiroteo ese 6 de noviembre de 1985. Apenas una semana después, el 13 de noviembre, fue enviado a cubrir la tragedia de Armero. Santamaría señaló la dimensión política del desastre, e indicó que "la avalancha de Armero sepultó lo del Palacio de justicia, el escándalo, el juicio político", siguiendo el patrón colombiano de que "una tragedia tapa la otra". Santamaría, oriundo de Líbano, Tolima -a solo 40 minutos de Armero-, conocía muy bien la llamada "ciudad blanca" de Colombia por su bonanza algodonera, y recordaba sus calles, su iglesia y el cine sin techo donde vio por primera vez una película.
Santamaría y el fotógrafo Jorge Parga, quien recientemente murió, llegaron a Armero a las 6:40 de la mañana del 14 de noviembre en un helicóptero contratado por El Tiempo. Con su conocimiento del área, guio al piloto. En la entrevista relató que, al sobrevolar la zona, tuvo la primera y devastadora impresión: "Yo dije, 'Uy, Armero desapareció'. Yo inmediatamente entendí la magnitud porque yo conocía al pueblo perfectamente". Encontraron un lugar para aterrizar en la terraza del hospital, que era un tercer piso y había quedado por fuera de la avalancha de lodo que lo cubrió todo. El techo apenas se asomaba a la superficie, contó.
Al abrirse la puerta del helicóptero, sintió un frío extraño en lo que era normalmente un pueblo muy caliente. La imagen inicial fue de horror: "Comienza la gente a salir del lodo desnuda y levantaban las manos como zombies; gente desnuda, gente herida, sangrando y gritando y pidiendo auxilio", relató Santamaría en esta entrevista con Noticias Caracol. La reacción de los periodistas, siguió, fue instintivamente humana, priorizando el rescate: "Yo perdí la dimensión del periodismo y de eso de "no vayas a preguntarles a ellos pues qué les pasó ni qué pasó aquí", sino que comenzamos a subir gente al helicóptero".
El título de su primera crónica, según recordó Alberto Medina en la entrevista, fue "Armero ya no existe". En ella Santamaría describía la escena desde la terraza del hospital: "Veo un inmenso playón de arena, una superficie limpia, todo como una gigantesca rampa pavimentada. Ahí a mis pies yacen 15.000 personas muertas, sepultadas, enterradas para siempre". Una de las metáforas más poéticas y trágicas que Santamaría utilizó para describir la ruina del lugar, citada durante la conversación, dice: "Armero er un pueblo blanco como para que le cantara Joan Manuel Serrata. Hoy es apenas un horizonte de escombros cubierto de lodo, piedras y azufre".
Santamaría estuvo en Armero durante cuatro días y continuó visitando la zona durante casi un año. El episodio que marcó su vida y cobertura, contó, fue el encuentro con Omayra Sánchez, la niña de 12 años que estuvo prisionera en el lodo y cuyo rostro se convirtió en el más conocido de la tragedia.
Omayra estuvo atrapada desde el miércoles por la noche hasta el sábado a las 10 a.m., casi tres días. Descubierta el viernes por la tarde, estaba aprisionada de la cintura para abajo por rocas y ladrillos, pisando el cadáver de su tía y posiblemente el de su padre. Los intentos de rescate fueron inútiles; el periodista explicó que sacar el agua del tremedal de kilómetros era como "sacar el agua del mar".
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En medio de su sufrimiento, Omayra mostró una valentía y dignidad inquebrantables, cantando incluso unas seis horas antes de morir. Germán Santamaría compartió una frase de la niña que conmovió al mundo: "Voy a perder el año porque ayer y hoy fallé a la escuela".
El periodista afirmó que, tras haber cubierto conflictos y desastres como el terremoto de México de 1985 y la guerra en Beirut, nunca vio a alguien morir "tan valientemente, con dignidad y cantando".
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El sábado por la mañana, al regresar con una motobomba, la niña entró en crisis. Un médico y un policía, abrumados por la situación, pidieron al periodista tomar una decisión sobre la vida de Omayra. Santamaría se negó tajantemente: "Yo no puedo decidir sobre la vida, la muerte de esa niña. Yo no. No me echen a mí esa responsabilidad, yo no puedo decidir sobre eso".
Cuando Omayra finalmente murió, Santamaría tomó la decisión final sobre su cuerpo, en lo que considera la única decisión que tomó en toda la tragedia. Él les dijo: "Ella luchó por su vida aquí. Ella aquí batalló, aquí vivió y aquí murió. Dejémosla ahí". Al ser soltada, la niña se hundió y "se hizo un remolino como en el agua". En ese momento, Santamaría se abrazó a Carlos Caicedo, un colega fotógrafo, y lloraron juntos.
Santamaría confesó que la experiencia lo hizo sentirse "más viejo, pero más sabio", envejeciendo 10 años en el proceso. La tragedia, dijo, fue tan impactante que lo llevó a cuestionar profundamente la vida y las vanidades. El periodista concluyó con una reflexión sobre el verdadero significado del horror, que él mismo escribió en sus crónicas: "Yo creía que conocía el horror. Pensaba que bastaba con ver parir una mujer bajo un bombardeo en Beirut o cinco niños aplastados en Popayán o una mujer sollozando frente a los cadáveres de sus siete hijos durante el terremoto en México. Pero no, el horror lo conocimos en Armero Tolima".
Tras presenciar Armero, escribió, tuvo la sensación de odiar a Dios, al Gobierno y a sí mismo, y querer asesinar a quienes estaban vivos y sanos y simplemente se rieron o bailaron ese fin de semana. Como periodista, afirmó que, después de los médicos, son los profesionales que más ven morir gente en directo.
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