“Buenos días amigo, ¿me desea colaborar con lo que pueda?”, es la frase que repite María Rodríguez para obtener algún sustento en suelo colombiano.
Ella llegó hace un mes, procedente de Carabobo, a la capital santandereana. Pese a las dificultades que enfrenta actualmente en un semáforo de la ciudad bonita, ella asegura que su situación ha mejorado.
“No hemos pasado hambre como en Venezuela”, asegura.
Luego de reunir unas monedas y antes de que el hambre empiece a azotar, María camina a una casa en el centro de Bucaramanga donde puede comprar un plato de sopa, con un seco de arroz, lentejas y carne asada, por tan solo $500.
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Para ello, debe aguardar una larga espera. Como ella, son cientos de personas las que claman por un plato económico de comida.
“El señor de acá nos colabora mucho, muchísimo, así como en otras partes nos ayudan. En las plazas
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en las noches, nos dan un pancito con juguito”, cuenta la extranjera.
Joge Azuero, director de la fundación Posada del peregrino que presta esta valiosa ayuda, dice que la situación se está poniendo cada vez más difícil.
“Esto se nos convirtió en una bomba de tiempo, resulta que ya servimos 400, 450 almuerzos”, asegura.
Así se afronta la llegada masiva de venezolanos a la frontera colombiana:
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