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En New Hampshire, Estados Unidos, una historia conmovió al país y recordó el profundo vínculo entre los humanos y los animales. El pasado 10 de octubre, una niña de dos años desapareció tras salir accidentalmente del patio de su casa sin que nadie lo notara. Vestía apenas unas mallas y un suéter ligero cuando se adentró sola en un denso bosque, mientras la temperatura comenzaba a descender peligrosamente.
Horas después, cuando la desesperanza empezaba a extenderse entre los rescatistas, un pastor alemán llamado Freyja se convirtió en la heroína inesperada que devolvió la esperanza.
La alarma se encendió a media tarde, cuando la madre de la niña llamó al 911 para reportar que su pequeña había desaparecido en la localidad rural de Dorchester, al norte del estado. Según relató a las autoridades, los dos perros de la familia habían empujado la cerca del patio, creando una abertura por la que la menor logró salir sin que nadie lo notara.
Cuando se percataron de que la niña no estaba, el pánico se apoderó del hogar. Los primeros minutos fueron una carrera contra el tiempo porque el sol comenzaba a caer, la temperatura rondaba los 4 grados centígrados y los pronósticos advertían que descendería aún más durante la noche.
La Policía de New Hampshire y el Departamento de Pesca y Caza movilizaron un operativo de emergencia. En cuestión de horas, más de 90 voluntarios —entre bomberos, vecinos, agentes forestales y equipos de rescate— se sumaron a la búsqueda. “Todos dejaron lo que estaban haciendo y vinieron rapidísimo, sabiendo que la temperatura estaba bajando”, explicó el sargento Christopher McKee al Washington Post.
Entre los voluntarios se encontraba Jeremy Corson, un experimentado miembro del grupo New England K9 Search and Rescue, que lleva más de una década colaborando en misiones de búsqueda. A su lado iba su compañera inseparable: Freyja, una pastora alemana de siete años, entrenada para rastrear personas desaparecidas.
Corson condujo 64 kilómetros desde Concord para unirse al operativo. Apenas llegaron al punto de búsqueda, él y Freyja se internaron en el bosque guiados solo por linternas y el instinto canino. “El tiempo es esencial con un niño de 2 años, tanto porque son pequeños como porque cuanto más tiempo pasa, más pueden viajar”, relató el rescatista.
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Freyja, con el hocico bajo y la concentración característica de los perros de rastreo, comenzó a moverse entre los matorrales a eso de las 8 de la noche, casi cinco horas después de la desaparición. “El bosque era tan espeso que no se podía ver más allá de un par de pies”, recordó Jeremy. “De pronto, noté que su comportamiento cambió, olfateaba el suelo con insistencia y se movía en una sola dirección. Supe que estaba siguiendo el rastro correcto”.
Minutos después, Freyja se detuvo y comenzó a moverse en círculos. Jeremy llamó por el nombre de la niña. Desde algún punto entre los árboles, una voz débil respondió. “Fue un momento indescriptible. Supe que la habíamos encontrado”, contó el rescatista.
La niña estaba temblando, asustada y con frío, pero consciente. Jeremy la cargó entre sus brazos y la llevó de regreso por el mismo sendero, mientras Freyja caminaba a su lado, vigilante. Al llegar a la casa, la escena fue de lágrimas, abrazos y alivio. “La madre se derrumbó, todos estaban absolutamente extasiados. Era un milagro que la pequeña estuviera viva”, recordó Corson.
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La menor fue trasladada al hospital local, donde los médicos confirmaron que estaba en buen estado de salud, a pesar del tiempo que pasó a la intemperie. Según The Washington Post, la niña solo quería un baño caliente y acostarse a dormir.
Para Jeremy Corson, el éxito de la misión fue mérito total de su compañera canina. “Estoy increíblemente orgulloso de Freyja. Sus habilidades son impresionantes”, dijo. Tras el rescate, la perra recibió un premio muy especial, una pelota nueva y una lluvia de caricias.
Freyja no solo salvó una vida, sino que también se convirtió en símbolo de esperanza y colaboración. “Este tipo de historias nos recuerdan por qué hacemos lo que hacemos”, explicó Corson. “Cada minuto cuenta, y un perro como Freyja puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte”.
MARÍA PAULA GONZÁLEZ
PERIODISTA DIGITAL DE NOTICIAS CARACOL